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El final de la República romana (2)

Emilio de Miguel Calabia el

(Los hermanos Gracos)

Para el siglo II a. C. comenzó a difundirse entre las élites una sensación de crisis. Algunas de las causas de esa sensación fueron: 1) La crisis de los valores romanos tradicionales como la austeridad o el sacrificio por el Estado. El contacto con la cultura helenística y el enriquecimiento de la oligarquía hicieron que esos valores comenzasen a ser cuestionados; 2) La crisis de la familia, que había sido la base principal de la sociedad romana. Los nuevos valores helenísticos, unidos a la pauperización de importantes capas de la población llevaron a la crisis de la institución familiar y una incipiente crisis de natalidad; 3) La constatación de que los pequeños propietarios campesinos, que habían representado la columna vertebral del Estado, estaban en declive, mientras que los poderosos no paraban de aumentar sus latifundios; 4) Las guerras de la conquista de Hispania (aprox. 155-133 a.C.), largas, crueles e ingratas, que pusieron en evidencia la corrupción y venalidad del sistema, así como lo que ocurría cuando las decisiones sobre nombramientos militares y conducción de la guerra se hacían atendiendo a intereses políticos y no a realidades militares; 5) La revuelta de esclavos en Sicilia del 135 a. C., que puso de manifiesto el peligro que la presencia de un gran número de esclavos podría representar para la seguridad de la República.

La oligarquía se dividió en facciones en torno a la cuestión de qué medidas adoptar para atajar la crisis. El período entre el 180 y el 135 a.C. fue una época de querellas intra-oligárquicas, que acabaron exacerbándose en el 134 a.C., cuando Tiberio Sempronio Graco asumió el cargo de Tribuno de la Plebe y trató de introducir reformas que mejorasen la suerte del campesinado itálico. Tiberio Graco pertenecía a un grupo radical de la oligarquía, que se había escindido de la oligarquía ilustrada de los escipiones, cuyo reformismo les parecía insuficiente. En la escisión también influyeron querellas de familias y cuestiones personales, pero las vamos a dejar en segundo término.

Tiberio Graco promovió una reforma agraria que consistía básicamente en limitar los latifundios sobre terreno público (ager publicus) a 124 hectáreas. La superficie en exceso se confiscaría y se redistribuiría entre campesinos pobres, los cuales, además, se comprometerían a no utilizar esclavos para su explotación. La ley era buena y respondía adecuadamente a los problemas existentes. Lo que falló fue su ejecución.

La aplicación de la ley sobre el terreno era complicada: había que medir las propiedades y readjudicarlas. A eso se añadían las complicaciones políticas. Un grupo de oligarcas, que vieron sus intereses amenazados, se opusieron con todo tipo de artes a las reformas. Tal vez lo más inteligente por parte de Tiberio habría sido tratar de crear consensos y formar un frente unido contra los elementos ultras. Pero Tiberio pertenecía al tipo de rupturistas radicales que se ven en posesión de la razón y están dispuestos a que triunfen sus ideas sí o sí. Para imponer sus ideas, Tiberio mismo violó en varias ocasiones la legalidad romana, enajenándose a una parte de sus partidarios. Comprendiendo los riesgos en los que había incurrido, Tiberio se presentó a un nuevo mandato como Tribuno de la Plebe, para mantener su inmunidad. En el transcurso de la votación, varios senadores agredieron y mataron a Tiberio y a sus seguidores.

La historia de Tiberio Graco muestra dos cosas. La primera, cómo las tensiones se habían agudizado hasta un punto en el que la violencia se había convertido en un recurso a utilizar en la vida política. La segunda, que existía un grupo de oligarcas (los denominados “optimates”) dispuestos a todo para impedir cambios en una constitución que les favorecía descaradamente.

En 123 a. C. los radicales volvieron a tener una oportunidad cuando Cayo Sempronio Graco fue elegido Tribuno de la Plebe. Cayo quiso seguir con las reformas agrarias de su hermano, a las que acompañó de otras iniciativas tendentes a recortar el poder del Senado. Cayo era un contrincante mucho más formidable que su hermano, porque era más cauto y tenía un pensamiento más estratégico. No obstante, el Senado encontró la manera de minar su popularidad, aprovechando su ausencia de Roma para fundar una colonia en África. Para hacerlo corto: la historia terminó con Cayo suicidado, su colega en el Tribunado asesinado y 3.000 de sus partidarios muertos violentamente.

Podría pensarse que con los sucesos del 122 a.C. los optimates habían vencido. Sí, habían triunfado en el corto plazo. Viendo las cosas a toro pasado, lo que hicieron en 122 fue poner los primeros clavos en el ataud de la República. El fin de Cayo Graco exacerbó las tensiones sociales y dio carta de ciudadanía definitiva a la violencia en la política romana. Muchos de los hijos y nietos que en 122 habían frenado violentamente las reformas de Cayo Graco morirían en las décadas siguientes víctimas de las guerras civiles y la violencia política.

 

 

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