La arquitectura es una profesión que suele tomarse demasiado en serio a sí misma, escasamente proclive a la autocrítica y que, en su endogamia, ha imbuido de una excesiva autoridad al personaje del arquitecto.
Esta vanidad, esta tendencia a refugiarse en ambientes confortables donde reinan el aplauso y el elogio complaciente, han acabado transformando su supuesta trascendencia en una parodia.
Como seguramente aplicado a todos los ámbitos posibles, el humor llevado hasta la sátira inclemente resulta el más eficaz antídoto para reaccionar y pensar sobre las dimensiones ridículas a las que puede llegar la realidad. Actuar como un revitalizador de la lucidez que ayude a poner en duda actitudes y personajes incuestionados e intocables.
Comencemos por el anonimato de Masters of Concrete.
Es una decisión muy significativa dentro de todo esto, aunque quizá sería hora de confesar que en realidad somos Campo Baeza y Ferrater [risas]. No, la cuestión es que dado el sistema de egos que rige la arquitectura, creemos que la oposición evidente es mantener el anonimato.
A modo de análisis rápido podemos decir que, de una forma u otra, todos aquellos que se han hecho un hueco en el panorama internacional de la arquitectura produjeron obras influyentes en algún punto de su carrera. Sin embargo hubo un momento en que se cayó la parte inferior del cohete y solamente quedó el ego. Ahora son productores de mediocridad en cadena que fijan todo el interés publicitario en su figura. Nosotros, como buenos mediocres, lo que también intentamos es producir basura en cadena, pero haciendo que la gente ponga su foco de atención en la basura.
Otro punto importante para justificar el anonimato: queremos evitarnos cualquier lío y poder seguir haciendo lo nuestro. Porque la independencia es más importante que las caras que podamos tener.
Aunque, de hecho, el concepto de anonimato también es discutible. De hecho, en sí mismo Masters of Concrete ya es un personaje. Cuando se habla de actualidad siempre se nombra la fuente de procedencia de la noticia: «Lo dice El País, lo dice la tele, me lo ha dicho tal amigo…» El procedimiento de transmisión de cualquier información ya implica un cambio en ella.
No es que seamos, por lo tanto, anónimos (si es que eso es posible bajo esta lectura) si no que lo nuestro es más una «autoría indefinida». Aun así, y aun siendo un personaje, creemos que el discurso de Masters of Concrete sería clasificado de otro modo si hubiera una o más caras detrás. Para nosotros es fundamental que no haya un respaldo demasiado personalista y que la autoría quede en el aire. Eso hace posible suscitar la sospecha de que tu nuevo becario, puede ser parte de Masters of Concrete. O que pueda tener contactos con ellos. Lo único que vamos a dejar claro es que por el momento somos estudiantes de la ETSAB, no tenemos una edad demasiado avanzada, y que actuamos desde nuestra condición de becarios y/o precarios.
¿Qué es lo que hace aparecer a Masters of Concrete?
Ya hace algunos años, en la escuela de arquitectura comenzamos a sentirnos disconformes con algunas cosas que estaban sucediendo a nuestro alrededor. A eso se sumaba el hecho de que compartimos una forma de contemplar la realidad como una continua broma, y probablemente eso ayudó a definir nuestros primitivos mecanismos de crítica.
Sería difícil reducir a día de hoy cuál era aquel punto de discurso desde el cual comenzamos. Creo que al inicio no éramos totalmente conscientes de que nuestra intención era desmontar personajes. Comenzamos nuestra actividad como Masters of Concrete echando mano de los arquitectos que teníamos más a mano, por proximidad, haciendo bromas a escala doméstica. Nos parecía que el mecanismo más efectivo desde el que podíamos ser políticos era ése: utilizar la sátira. Pero sucedió que la cantidad de coñas que producimos sólo durante los primeros días fue tal que pensamos que aquello podía llegar a ser algo más productivo.
¿Qué eran esas cosas con las que os sentíais disconformes? Las que os llevan a articular una reacción contra ellas a través del humor.
Todos esos discursos que escuchábamos en la escuela, tan alejados de la realidad y que nosotros, al ir integrándonos en el mercado laboral, estábamos palpando. Porque al dejar de ser estudiante y comenzar a trabajar se comprueba que todo esto es una farsa en la que no queda más remedio que participar, y corroborar cómo funciona ese entramado, este sistema, es algo que te pilla totalmente a contrapié.
Una forma de criticar esto sin perder esa forma nuestra de entender la realidad desde el humor fue abrir un blog en el que publicar montajes o parodias de lo que todos estos personajes estaban diciéndonos tomando textualmente sus palabras, sus formatos, su rigor…pero evidenciando que en realidad están diciendo exactamente lo contrario de lo que dicen.
Advertimos con todo esto una disyuntiva, una pose que hace que el arquitecto nunca sea honesto. En la escuela, explicas al profesor lo que quiere escuchar; en el despacho, reproduces lo que el cliente quiere oír… pero el arquitecto siempre acaba guardando de alguna manera los secretos de la profesión ‘para los suyos’. La idea de que el arquitecto contemporáneo se dedica a la retórica, ya sea discursiva o del orden de la imagen, y poco más.
Vuestra andadura se inicia con las portadas de Masters of Concrete y continúa con Tetónica.
Nuestra primera idea fue hacer portadas inspiradas en las revistas del corazón, como para dar a los protagonistas un aura de celebrity al margen de su actividad de arquitecto. Borrar el hálito que pudieran tener como arquitectos prestigiosos y reducirlo a la de esa farsa en que se habían convertido.
El hecho de usar los mismos formatos y lenguaje que esos arquitectos dotaba a esas portadas mágicamente de un rigor que enseguida alertaba sobre algo: o no estábamos lejos de lo que comúnmente se edita en prensa especializada o bien en lo que usualmente se edita alguna cosa que no anda bien. Y esta revelación era una bomba en todos los sentidos, algo que llevaba a preguntarse: ¿Qué hace ahí ese arquitecto? ¿Quién le está publicando esto y por qué? ¿Quién lee y se cree esto?
El humor, especialmente desde el formato noticia o titular, permite volver objetivas las cosas, aun siendo falsas, desnaturalizar hechos que están sucediendo una y otra vez en la arquitectura mediante el extrañamiento. La portada era como la gran declaración de lo que queríamos hacer. Era como decir: «No me interesa el contenido, yo quiero ver la portada, ver titulares».
Una vez que el formato que íbamos a usar estuvo claro, empezamos a jugar con el fake y la exageración.
Reconocemos que nos ha influido mucho El Mundo Today, tanto por el tipo de contenidos de su blog, como por su visión del periodismo y el trato que dan a la información los medios de comunicación.
Lo crucial del humor de Masters of Concrete es la potencial verosimilitud que hay en las ‘noticias y ‘titulares’ que publica y cómo hace evidente que el verdadero artífice del chiste es, de hecho, el propio personaje que protagoniza ese falso titular o noticia. Que apenas parece necesario forzar una distorsión del personaje para llegar a la caricatura, sino que cada uno de esos personajes con sus declaraciones, poses, fiascos… es el responsable de su propia caricatura.
Sí, no planteábamos cuestiones inventadas, ni mentiras. No necesitábamos tirar de ellas para mostrar lo ridículo de sus discursos o actuaciones. De hecho, tampoco eran exageraciones porque no hay más que ver sus propias presentaciones. Se trataba de reducirlos, de exponer al personaje público.
Con el tiempo, analizándonos, comprobamos que nuestro enfoque parte precisamente de esa dislocación que existe entre arquitecto-figura pública y arquitecto-profesional. No estamos diciendo con esto que existan dos tipos de arquitectos, o que sean procesos independientes, sino que uno lleva de la mano al otro, arrastrándolo a convertirse en producto de consumo y a participar en el juego del espectáculo. Este proceso pervierte la profesión de tal modo que la convierte (en su nivel más elevado) en un intercambio mezquino de posicionamiento, de favores y correspondencias en el que el valor técnico del profesional es trasfigurado con el fin de que sirva al juego de las apariencias, olvidándose del componente técnico o social.
El hecho sería más o menos preocupante si actuara únicamente en esas esferas que lo acogen y lo parasitan, pero el problema deviene cuando las referencias y la praxis de esta élite se extienden por todos los estratos de la profesión, configurando una especie de ideología anuladora y servil con el sistema, del cual todos somos hijos adoptivos. Debemos recordar en este punto que nuestra crítica se centra en la turboarquitectura, el politburó de viejos dinosaurios cuyas prácticas sientan cátedra y forma de proceder para las nuevas generaciones, que corren el riesgo de asimilar con naturalidad las reglas del juego y la igualdad de posibilidades en este ‘libre mercado’.
Observando a Masters of Concrete en sus inicios me preguntaba si existía el riesgo de que, a medio o largo plazo, acabaseis incurriendo en un humor de ‘caca-culo-pedo-pis’ y que eso acabase neutralizando por completo la capacidad de instigar una reflexión de disconformidad y crítica a través de las afiladas y necesarias sátiras que presentabais. Si existía el riesgo de que Masters of Concrete fueran sólo unos graciosos que quería divertirse un poco limitándose a lanzar algunas bromitas-bomba, pero sin comprometerse con el propósito de esa crítica que formulaban.
Sin embargo, vuestra trayectoria ha demostrado que era un temor infundado. En vuestro humor subyace una crítica muy seria y provocadora, con el que habéis traspasado umbrales que parecía imposible franquear de esa forma tan directa. ¿Sois conscientes de la seriedad que hay en Masters of Concrete?
Esa actitud de crítica está en nosotros desde el principio. Queríamos firmemente reírnos de esa gente porque su comportamiento, sus declaraciones…nos parecían una mierda.
Por otro lado, basta con echar mano a artículos de opinión sobre arquitectura para darse cuenta que no es ahí donde se puede encontrar provocación ni crítica. Cuesta hallar publicaciones dentro del mundo de la arquitectura donde ya no sólo no se enfrenten, por ejemplo, al discurso de Bjarke Ingels, sino que lo analicen con seriedad y lo definan en términos distintos a los habituales, que los expongan a una lectura multidisciplinar. A cambio, tenemos centenares de artículos complacientes y neutros de consumo inmediato y digestión ligera, conscientes además de su posición estratégica y fundamental en todo el tinglado.
Desde el principio planteamos que nuestro objetivo era luchar contra esos arquitectos figura pública, entendiéndolos de alguna manera como síntoma del momento. Y también contra las publicaciones serviles que perpetúan el sistema y engrasan el motor que mueve todo lo demás.
Figuras que exhiben esa actitud que parece reflejar el convencimiento de que han de ascender a peldaños más altos del Olimpo. Que parecen pensar ‘puesto que he alcanzado ya este estatus en la arquitectura, debo ir un poco más allá’. En efecto, ése es el punto en el que, conceptualmente, estas figuras se encuentran con la sustancia de los personajes y contenidos del periodismo del corazón, de la cultura de la celebridad.
Entendemos claramente que, si te dejas llevar, puedes convertirte en ese tipo de persona-personaje, pues es precisamente en la escuela donde el deseo por ese paradigma ascético es inculcado.
Nuestro propósito no es dar ningún toque de atención a esas figuras ni advertirles para que cambien, algo que evidentemente tampoco conseguiríamos. Consideramos que el descrédito que la sátira pueda ejercer sobre esas figuras debe servir, en todo caso, para hacer reflexionar a nuestros compañeros, provocar que la gente ría y piense a qué demonios obedecen los motivos que llevan a esos personajes a hacer y decir lo que hacen.
Por supuesto, no tenemos ninguna intención de enseñar a nadie cómo es la vida pero sí la de descompensar esa campaña de crédito y prestigio absoluto que envuelve a esos personajes y que esas webs llamadas de crítica, que en realidad no critican nada, intentan expandir brutalmente. Es una reacción que surge de esa neutralidad absoluta a la que aludíamos: mientras eres estudiante recibes toneladas de información sobre determinados arquitectos y al final reproduces ese modelo, pero no porque seas idiota sino porque es el único existente. Nuestra campaña se propone el desprestigio absoluto de los protagonistas de ese modelo único.
Vuestro ataque a la celebritycracia arquitectónica incluye también a los groupies de estas figuras, que no las cuestionan. Estos groupies no han hecho más que decidir subirse a la ola que ha llevado a la arquitectura a un lugar que, como la realidad ha demostrado, era absurdo. La crisis ha puesto en evidencia lo ridículo de aquel soñado futuro en el que todo el mundo iba a ser star-architect . Masters of Concrete expone lo estúpido que era ese mensaje, esa aspiración.
Que se comprueba totalmente ridículo cuando se contrapone al mundo real, al mundo laboral del arquitecto. Que un profesional de la categoría que sea esté desempeñando su trabajo gratis es algo que va mucho más allá del estricto ámbito de la arquitectura, es algo que una sociedad debería considerar inaceptable. Si llamamos explotado a aquel que no recibe a cambio de su trabajo el valor que le corresponde, y esclavo a aquel que no recibe nada más que la condición de seguir con vida en tales condiciones, ¿cómo deberíamos llamar a aquellos que pagan para trabajar? Nuestra respuesta es que como mínimo deberíamos llamarlos “idiotas”, y a sus explotadores, “delincuentes”. De cualquier modo, se ha impuesto el poder de toda una serie de figuras con una tremenda influencia que no son lo que dicen ser y, dentro de las escuelas de arquitectura, no hay ninguna alternativa a las dinámicas que marca este sistema.
Y, pese a la crisis, ese sistema sigue operando de la misma forma.
Esa cita de Marx que afirma que la Historia se repite y sucede primero como tragedia y luego como farsa es totalmente aplicable a esta situación y está sucediendo una y otra vez.
La arquitectura muere como tragedia cuando las condiciones productivas usadas como justificación de aquellos edificios-estrella ya no existen, pero se escoge seguir adelante aunque ya no se pueda cumplir siquiera lo más básico, como podría ser continuar pagando a los empleados. Tras 6 ¿? años de crisis en los que continuaba estirándose aquel discurso de la “gran obra”, los arquitectos deciden reinventarse imagéticamente renegando de su condición, y sustituyendo el despilfarro por la austeridad; la tabula rasa por la conservación eco. Ellos mismos matan su propio discurso al no creérselo del todo, al estar en realidad adaptándose a lo que sea con tal de continuar ahí. Están en realidad reproduciendo una y otra vez una farsa, pero ahora con la etiqueta de arquitectos austeros. Es un chiste que ya nadie, o casi nadie, se cree, empezando por ellos, pero que siguen manteniendo, y lo que es peor, que sigue vendiendo.
Nuestra actitud es reconocer que existe esa farsa, y que no podemos seguir haciendo lo mismo, o mejor, que no podemos dejar que sigan haciendo lo mismo.
Creo que el peligro − en sentido positivo – que hay en Masters of Concrete, y que no hace inocuo vuestro humor, es que torpedea a figuras que carecen de sentido del humor y de la autocrítica. Estáis combatiendo a esa seriedad que no hace sino ocultar muchísimos complejos. Vuestro humor desestabiliza por completo y hasta el extremo las nociones establecidas sobre el discurso arquitectónico actual.
El humor te permite reflexionar e ir más allá sin necesidad de portar todo el argumentario que usa la crítica académica, aunque también está claro que no puede tener la misma influencia un texto humorístico de quinientas palabras a la hora de generar reacciones, por muy cargado de significado que esté, que una buena argumentación con datos y reflexiones.
Sin embargo, lo que tiene ganado este formato frente a la crítica seria es que está mucho más abierto a la interpretación. Las bromas normalmente surgen de la deformación de la realidad, de la caricatura grotesca de una situación. Este movimiento, que ya es suficiente por sí solo si te gusta este tipo de humor, reniega en primer término de la posibilidad de convertirse en generador de opinión. Sin embargo, casi de forma sistemática invita a rellenar ese vacío conceptual (que deja la falta de conclusión) con una propia, y es ese terreno el que nos parece fabuloso. Jugar con esa ambigüedad de lanzar un mensaje y no saber bien cómo se va a interpretar es probablemente lo que más nos motive para hacer lo que hacemos.
La capacidad subversiva del humor.
¿Cuántos textos hacen falta para que un personaje truculento y siniestro de primera fila cambie su actitud? Si finalmente un lector de nuestra página acaba aceptando desempeñar su trabajo gratis nuestra tarea no habrá servido para nada.
En términos de humor también hacemos una lectura contraria, pues vemos que seguir haciendo bromas con Calatrava y Zaha Hadid probablemente ya no conduzca a nada. Dentro de las publicaciones que hemos hecho pueden distinguirse aquellas que son críticas y van al hueso y otras que son más humorísticas. Hace mucho que dejamos de escribir sobre Calatrava porque ya no tiene sentido. O de Joaquín Torres.
Es verdad que se han estado dando muchos momentos en que la realidad ha superado a Masters of Concrete. En los últimos tiempos, hemos visto episodios que han dejado cortas las sátiras que se hayan podido hacer sobre muchos personajes.
Y estoy de acuerdo en que seguramente no tiene ningún sentido hacer sátiras sobre estos, no sólo porque sean chistes redundantes y que ya no acaban teniendo gracia sino también porque centrarse en unas pocas figuras fácilmente caricaturizables, puede neutralizar la crítica sobre otros. Que los chistes siempre recaigan en los mismos permite que los otros salgan indemnes y sigan perfectamente intocables.
La dispersión de esas figuras sobre las que centrar la sátira es necesaria porque la banalización en que acabaría cayendo el chiste constante sobre los mismos personajes anularía por completo la crítica de fondo sobre el modelo, que es de hecho el asunto a revisar. También porque, como me comentaba Klaus Toons, muchos de los arquitectos que él satiriza se complacen en la broma que presenta de ellos, puesto que corrobora su estatus de poder, de fama. Es decir, lo que debía ser subversivo, corre el riesgo de convertirse en útil para el sistema.
Aunque creo que sería difícil que una sátira planteada por Masters of Concrete corriera esa misma suerte. Como en el caso de Klaus, vuestro humor surge de una reflexión que no es en absoluto jocosa ni frívola sobre las cuestiones que aborda pero en vuestro caso se introduce un factor de incomodidad para el satirizado demasiado radical. Puede decirse que sería imposible que alguno consintiera en reconocerse en ese titular o declaraciones que le atribuís.
Es cierto que el riesgo de hacer una excesiva abundancia de chistes sobre un determinado personaje acabe haciendo de éste una banalización. Tenemos por un lado al arquitecto que desarrolla su obra; por otro lado está el personaje, que la vende; y luego crear una tercera figura, el espejo, que es del que te ríes. Puedes convertir a Zaha o a cualquier otro en un personaje gracioso, sin nada que ofrecer y del que únicamente puedes reírte. Pero el riesgo es que, precisamente porque te estás riendo de ella, te limitas a no ir más allá, a no preguntarte qué está haciendo realmente. En ese caso estaríamos desandando el camino de lo que queremos hacer. Lo último que queremos conseguir es ser la válvula de escape que convierta la presión de una situación injusta en algo más prometedor.
Por eso, creemos que el carácter fuerte de la crítica siempre debe operar a una escala más reducida, hacia asuntos que nos tocan más directamente. Creemos que esa escala es la realmente efectiva, tanto por conocimiento de ésta (por poder hilar más fino), como porque toca asuntos que nos conciernen mucho más a todos.
Nos interesa desenmascarar esa ideología dócil a la que antes hacíamos referencia mediante puentes entre ambas escalas para tratar de demostrar que muchos de esos tópicos y vicios que actualmente acumulamos los don-nadies de la arquitectura no se deben al devenir propio de un técnico cualificado sino a los de un farsante idiotizado. Y, por otro lado, queremos señalar que ese ‘enemigo’ que perpetúa la desgracia de la profesión no está tan lejos como parece.
Por ejemplo, uno de nuestros objetivos a desmontar es ‘Arquitectes per l’Arquitectura’, que consideramos un lobby de personas aferradas a su poder y empeñadas en no perderlo, carentes de una perspectiva diametral que incluya también a los que están un poquito más jodidos que ellos, por ejemplo, trabajando precariamente a sus órdenes. Su influencia afecta a todos aquellos que estudiamos arquitectura en Barcelona o tratamos de desempeñar nuestra actividad profesional también en esta ciudad. Señores, no necesitamos nuevos mesías ni ligas de la justicia que presenten sus carreras como avales para salvar las nuestras.
Nuestra postura en este caso trata de hacer ver cómo muchos profesionales, de los que no se está poniendo en duda su valía como arquitectos, están tomando decisiones políticas tales como asociarse en un club privado y aislarse de toda la problemática laboral y social que hay en torno a la profesión. Insistimos en que no queremos instruir o decir cómo deben ser las cosas, sólo alertar de que para nosotros, tomar ese tipo de postura (y el olor a naftalina) es suficiente como para, al menos, desconfiar de ellos.
Sí. No se trata de instruir (ya hay gurús de sobra), pero sí es necesario en mi opinión poner en crisis cuestiones que, por los motivos que sea, se acatan como ciertas o como válidas. Y también, más allá de los personajes particulares, es muy necesario analizar cómo se llega a este estado general de cosas.
El carácter técnico del arquitecto, entendido como un profesional necesitado por la sociedad para desarrollar unas funciones específicas, ya se ha disuelto por completo en todos estos personajes (hablamos de nuevo de la escala turbo que antes mencionábamos).
Ellos viven de otra cosa: la arquitectura ha desaparecido de su vida. Bueno, no del todo porque siguen por ahí dando vueltas y de vez en cuando toman algunas decisiones sobre algunas cosas y en un momento dado pueden hacer girar un forjado, pero ya no son jefes de proyecto ni tampoco parte del equipo de diseño. Son en realidad gestores de marketing que se mueven en esferas cuya entrada se paga solo en influencia y no en calidad de su producción.
No es ninguna coincidencia que terminen siendo miembros de jurados que premian en otros campos lo que a ellos les ha convertido en jueces, cerrando así un círculo nauseabundo.
Lo problemático, insisto, es que se siga creyendo de manera mayoritaria en este sistema, aunque se lo reconozca como tóxico y agotado. No surgen propuestas alternativas para generar estructuras más igualitarias, más democráticas en la profesión y para la sociedad. Por eso veo muy necesario que surjan elementos que critiquen de fondo este sistema.
A menos que surja un factor externo que tumbe este sistema, va a ser realmente difícil cambiarlo. El 90% de los arquitectos se encuentran en ese peldaño más bajo. Esa especie de sueño americano que quiere creerse que trabajar gratis un tiempo es la fase previa a ascender gradualmente para acabar convertido en un profesional célebre es una broma de mal gusto.
Todos los actores que ahora mismo participan en éste sistema salen ganando, exceptuando al último de la cola, que es el arquitecto precario o que trabaja gratis. Un despacho incluye en su currículum un proyecto presentado a un concurso que sabe que no va a ganar. Para quien organiza el concurso es genial recibir la mayor cantidad de propuestas, y más aún si es de estudios famosos, porque podrá pagar a toda una serie de ilustres jueces que decidirán cuál es el mejor proyecto, y que a su vez también saldrán ganando porque su nombre figurará en los lugares correspondientes. Y todo ese sistema se alimenta exclusivamente (sin contar el dinero público que a veces aparece por ahí) del trabajo de un montón de pringados que están perdiendo horas de sueño, y que no perciben recompensa alguna (más allá de un triste “OMA junior architect 6 months” en el currículum) de la única moneda que hace sonar la tragaperras: la influencia, la posición, que ‘hablen de ti aunque sea bien’.
Más sobre todo porque el fin de ser arquitecto no es necesariamente el alcanzar ese estatus. Hay otras muchas posibilidades de realización profesional.
En nuestra opinión, un camino posible es retomar la idea del arquitecto como un técnico que resuelve problemas, porque ésa es la figura por la cual la sociedad lo ha puesto ahí. Es cierto que una parte de esa misma sociedad necesitará comprarse revistas de diseño pero la razón de ser esencial del arquitecto, queremos pensar, es ésa.
No se trata de concebir al arquitecto como el gran demiurgo. Ésta es una carrera de seis años que puede cursar cualquiera, no ser tocado por una varita mágica que te convierte en escogido. Y es justamente porque es una carrera en la que se enseñan unas cuestiones técnicas que son las que a lo largo de toda una trayectoria profesional vas a poder usar y desarrollar. El modelo de arquitecto-celebrity ha tirado por tierra todo el valor sobre el conocimiento de esas cuestiones técnicas y ha repercutido tanto en la escuela que da la impresión de que todo lo demás está completamente subordinado a otro tipo de técnicos, como si el arquitecto no fuera esto. De esto ha derivado el desprestigio de la profesión y la caída del papel del arquitecto en la sociedad. Si la función de un arquitecto es ahora mismo ése que tiene todo el mundo en mente, y que se fundamenta en la imagen de estos personajes absurdos, evidentemente el arquitecto no hace falta. Ante estos parámetros cuando se dice que va a cerrarse la escuela de arquitectura se puede pensar que es una decisión sensata. Sin embargo, intuimos que el arquitecto es una figura que puede seguir aportando y funcionando.
La arquitectura es una profesión que siempre ha estado ligada a las estructuras de poder. El verdadero cambio sería devolver esa labor de técnico a las personas que van a utilizar tus obras. Es como si el demiurgo o la figura del sacerdote del antiguo Egipto fueran los referentes para el arquitecto que ordena la ciudad, que ordena el futuro, sin pensar que quienes ordenan y deciden el crecimiento son esos individuos que trabajan en un despacho con su majestuosa formación de seis años. Es cierto, ésas también son competencias del arquitecto y es el técnico ‘encargado’ de hacerlas, pero lo que no venía en el contrato es el aura de poder que otorga estar en el escalón más alto de la profesión, que se acaba imponiendo sobre todo el resto de actividades, afianzándose como una figura de muchísima responsabilidad y excesivo prestigio.
Entrevista a Masters of Concrete. 2ª parte
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