Tomás González-Martín el 21 abr, 2013 Era tan pequeño que muchos profesionales del motociclismo nunca pensaron que este niño podría llegar a ser un campeón. Era bajito y no pesaba. No llegaba a la moto. Poseía una calidad innata, forjada al pelearse desde los cuatro años con motos más grandes que él. O las dominaba o se caía. Era enano y fino, muy fino en el manejo de las manetas. Y en el movimiento de los pies para meter las marchas. Debía tener destreza para superar su problema con clase. Alzamora se fijó en él y vio un campeón en ciernes. No sabía si lo sería, pero había madera para llegar al Mundial. Tenía valentía, riesgo, talento, genialidad. Se metía con la moto por zonas imposibles. Sus interiores eran magníficos. Repsol también lo captó. Y le apoyó económicamente. Emilio era su profesor, su director, y la petrolera su patrocinio. Buena pareja. Nadie más miró al chico. Muchos le vieron y no lo vieron. Lo lamentaron. Cuando debutó en 125 destacó por esa tenacidad repleta de clase. Como era pequeño, le empujaban y le echaban de los podios en las últimas vueltas. Merecía subir a los cajones y los choques le derrotaban. Cuando creció, todo cambió. Ya no le echaban del asfalto. Rebotaban en él. Campeón del mundo. Pronto se vio que su calidad estaba apoyada en un talento de ganador nato que otros muchos pilotos técnicos no poseen. Subió a Moto2 y arrolló. Ya era un piloto con el talento de MotoGP. Estaba predestinado para ser un ídolo. Lo era en la cilindrada intermedia. Su llegada a MotoGP ha sido un huracán. Podio y victoria en dos carreras. Récord de precocidad en obtener una “pole” y un triunfo en la categoría absoluta. Líder del campeonato en dos grandes premios. Pocos, muy pocos creyeron en él. Bien que acertaron. Otros lo lamentan por ser tan ciegos teniéndole delante. Solo le descartaron por ser pequeño y bajito. Otros temas Comentarios Tomás González-Martín el 21 abr, 2013