Observo la expresión de perplejidad, guasa o desaprobación cada vez que en un comercio digo que de no acepto bolsas de plástico como envoltorio de los artÃculos que voy a comprar. Algunos dependientes me preguntan si quizá lo prefiero envuelto para regalo, entonces argumento que es únicamente por salvaguardar (algo) el medio ambiente. Tras la explicación veo más perplejidad, guasa o desaprobación.
No hace tantos años, en los ultramarinos envolvÃan las viandas en papel encerado, en lugar de esas antiecológicas bandejas de poliestireno (corcho blanco) que también hoy intento evitar con enorme dificultad.
Y puestos a recordar, pienso en mis abuelas, que sacaron adelante a sus familias en la posguerra y mantuvieron hasta los noventa años sus costumbres de ahorro y reutilización. Desayunaban picatostes con el pan duro del dÃa anterior, cocinaban croquetas y ropa vieja con los restos del cocido. Las sartenes no se lavaban cada vez que se usaban: tras guardar el aceite para la próxima fritura, se pasaba bien un papel de periódico y quedaban listas. Se utilizaba la cantidad justa de agua y detergente y los cascos de vidrio se devolvÃan en los comercios. Y no todos los dÃas habÃa que bañarse, era perjudicial para la piel; eso sÃ, mi abuela Luisa me preguntaba cada dÃa si me habÃa restregado bien detrás de las orejas o si me habÃa lavado las manos antes de sentarme a la mesa.
Me recuerdo pintando en el reverso de listados de plotter en fino papel bicolor, taladrado con agujeritos en los bordes, que mi abuelo Vicente traÃa de su oficina para reciclar. No me importaba repetir una y otra vez los dibujos, porque aquel papel era como un interminable acordeón.
Los muebles se compraban pensando en disfrutarlos durante toda la vida, cuando no se heredaban de los padres. Y con un buen abrigo de lana merina de Valladolid se podÃa estar veinte años, en vez de elegir cada temporada un trapo sintético cuyo destino inevitable será la basura al año siguiente. ZurcÃan los agujeros de los calcetines y cogÃan los puntos sueltos de las medias.
Declarar hoy militancia ecologista está mal visto en todas partes, y mis compañeros de mesa no acaban de entender por qué en el restaurante rechazo las botellas de pet y pido un vaso de agua del grifo. Me explican que el aguan mineral está incluida en el menú del dÃa… yo entonces evoco a mis encantadoras abuelas y su economÃa de guerra, que tan bien vendrÃa ahora enseñar en las escuelas.
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