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Offshoring: el nuevo tocomocho

Offshoring: el nuevo tocomocho
Maria C. Orellana el

De vuelta de una agotadora sesión de rebajas con mis hijas, recortando las etiquetas de las prendas reparo con curiosidad en los países de procedencia: China, India, Filipinas, Sri Lanka…

Pronto se cumplirán tres años del derrumbe en Bangladesh de un taller textil en el que murieron más de mil personas y dos mil resultaron heridas o mutiladas. Las víctimas fueron en su mayoría mujeres (algunas con sus niños) que trabajaban en un edificio en estado lamentable cuyos propietarios habían hecho caso nulo a las enormes grietas detectadas el día anterior al desastre. Allí se fabricaba para varias marcas europeas, algunas de nuestro entorno más habitual como Benetton, Mango o Primark.

Pero no es sólo la ropa, los zapatos o los teléfonos móviles lo que se produce con bajísimos costes y en condiciones laborales precarias fuera de la Unión Europea. En el ámbito de los servicios informáticos en el que me muevo, la tendencia a hacer los desarrollos desde esa gran factoría de software en que se ha convertido la India es imparable. O a realizar los procesos de soporte como la contabilidad, las operaciones transaccionales o las nóminas, en los países del este.

Es un hecho: el offshoring nos invade. Vaya por delante que soy la primera en aceptar que vivimos en un mundo global en el que cada país debe aportar su mejor oferta a la economía mundial: los perfumes franceses, el café de Colombia, la tecnología asiática, el petróleo árabe, los muebles nórdicos y el jamón español. Y oportunidades de trabajar por una vida digna para todas las personas en todos los países. Pero en las mismas condiciones, con las mismas reglas del juego.

También creo que la centralización de la actividad económica en las grandes urbes es un enorme error. La capacidad de trabajar a distancia desde centros de desarrollo tecnológico en Badajoz, Asturias o Huesca es fundamental para un desarrollo sostenible. O con las posibilidades que ofrecen hoy las soluciones de telefonía, se puede tener un call center con sus todos sus agentes trabajando desde sus hogares, lo que permite la conciliación y evita los desplazamientos diarios con la contaminación que suponen.

Si, en pos de una mejora de la productividad que no comparto, nos llevamos toda la producción a los países menos desarrollados con salarios inaceptables ¿qué oportunidades laborales estamos dejando a nuestros hijos? Tendrán que dedicarse a las tareas que no pueden deslocalizarse, como camareros, barrenderos, fontaneros. Y pese a lo dignísimo de esas profesiones, la brecha salarial entre trabajadores cualificados y no cualificados se hará más y más grande.

Los propios consumidores europeos (personas o empresas) demandan el offshoring para reducir el precio de los productos o servicios que quieren adquirir. Y, bajo esta presión, los proveedores de esos productos y servicios lo ofrecen, alimentando la maldita rueda. Pero si al final no hay trabajo localmente, supondrá empobrecimiento de los consumidores y no podrán comprar más.

A mí también me llegará el momento en el que mi empresa o mis clientes me empujen a ofrecer servicios de desarrollo informático en India. Pues no, no quiero. Voy a objetar de conciencia, como hacían algunos chicos de antes para no ir a la mili obligatoria.

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Maria C. Orellana el

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