Disfrutando de unos días en Cádiz con amigos, llamo a Rocío para que me ayude a preparar una fiesta de cumpleaños. Rocío es una chica encantadora de mirada limpia, que vive en Chiclana con su marido y sus dos hijos, haciendo los trabajillos que puede aquí y allá, limpiando, cuidando niños, o ancianos, lo que salga.
Mientras preparamos tortillas de patatas, hablamos de la crisis económica que sigue castigando Andalucía y me intereso por su marido, que en su día trabajaba en la construcción. Como ya no hay faena en el sector, pensando que el sector hostelero tenía más porvenir, se reconvirtió en ayudante de cocina para trabajar en un restaurante de la playa. Pero sólo tres meses de trabajo al año, reventándose de lunes a domingo en jornadas desde la mañana hasta la madrugada con un único descanso de cinco a ocho por poco más de mil euros, le hicieron desistir.
Así que se ha hecho carnicero y ahora trabaja en un supermercado de la zona, aunque sólo tiene media jornada mal pagada; eso sí, con todos sus papeles y seguridad social. Mientras Rocío espera que le renueven el contrato tras los primeros seis meses, al menos la familia disfruta de los mejores filetes.
¿Y si no le renuevan? Me mira con sus ojos claros para responderme: Pues ya se inventará otra cosa…
Desde aquí envío un abrazo a Rocío, que es seguidora de mi blog
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