La empresa para la que trabajo tiene oficinas en Madrid y Barcelona. El viernes pasado, día marcado por la sombra del reciente referéndum, el aniversario de la declaración de independencia de Companys y los primeros anuncios de traslado de sede de algunas grandes compañías catalanas, celebramos nuestro evento anual de empleados en el bellísimo Palau de la Música de Barcelona (que aprovecho para mostrar en la foto).
Pues qué quieren que les diga. En una empresa donde la edad media de los trabajadores es de tan sólo 32 años, yo solo vi pasión por la tecnología y ganas de divertirnos en un ambiente festivo de convivencia. Un escenario totalmente alejado de la crispación que muchos medios de comunicación e instituciones quieren colocarnos.
Parto de la base de que no entiendo cuál es el agravio que, durante años, algunos políticos irresponsables y deshonestos han enseñado a sus paisanos desde los medios y en las escuelas que debe ofenderles. Desmontado el mito de “España nos roba”, han pasado en tiempo récord a inocular el mensaje de “España nos cae fatal” o peor aún, “los catalanes que se sienten españoles nos caen fatal”, hasta tal punto de hacer que un tercio de la población esté convencida de que la única vía posible es el divorcio, traiga las consecuencias que traiga.
Estoy convencida de que, tras la tormenta, las aguas volverán poco a poco a su cauce. Que las compañías huidas mudarán de vuelta sus sedes. Que la gente entenderá que en la diversidad de pensamiento está la riqueza que hace crecer pueblos y empresas. Que la unión hace la fuerza en un mundo que evoluciona a pasos de gigante hacia una aldea global, en la que el gran reto será la lucha por los recursos.
Y mientras tanto, yo propongo no dejarnos despistar con fuegos de artificio y falsos agravios históricos y, por el contrario, seguir trabajando como siempre: Business as usual.
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