Pobres niñas novias
Coincide esta noticia con la historia que hoy me ha contado una mujer de Sabiñánigo, mientras me llevaba en su coche por el pirenaico valle de Tena, y comentábamos cuánto había cambiado la vida en el campo desde la época de nuestros abuelos. Me pone como ejemplo la historia de su abuela materna, que vivía en Huértalo, una aldea de Huesca que solo contaba cinco casas, encajada en un barranco donde en verano había que caminar cuatro kilómetros para conseguir agua. No tenían prácticamente espacio para huertos y su familia contaba únicamente con un puñado de cabras y algunas gallinas. Todos los vecinos eran familiares, por lo que era imposible emparejarse dentro de la aldea. Su primo había cumplido ya treinta años y no veía cómo conseguir esposa, si prácticamente no conocía a nadie fuera de Huértalo.
Durante un viaje de aprovisionamiento a Puente la Reina, el primo se quejó de su forzosa soltería a un paisano, que le contó que un compadre de Santa Cilia tenía cuatro hijas solteras que estaría encantado de ofrecer en matrimonio. Dicho y hecho. A los dos días, montado sobre su burro y ataviado con sus mejores galas, se plantó en la casa. Tras exponer al dueño el motivo de la visita y presentar sus credenciales, el padre le presentó a las jóvenes casaderas y le propuso que eligiera a la que considerara más adecuada. La hermana mayor fue descartada, porque tenía la edad de una burra vieja (esto quiere decir que había cumplido los veinticinco), así que el primo de la abuela de esta historia eligió entre las otras tres a Paula, la hija menor, que pronto iba a hacer dieciocho. La transacción se cerró aquella misma tarde y en una semana se celebraron los esponsales en la casa de la novia. El nuevo matrimonio volvió a Huértalo, donde la chica trabajó sin descanso para cumplir como esposa ejemplar con las labores del hogar, los hijos que tuvieron, el escaso ganado y los exiguos cultivos.
Mi narradora no ha sabido decirme si Paula estaba de acuerdo con el trato y si llegó a querer a su marido, aunque a ella le parece una historia con final feliz. Esto sucedía en nuestro país hace menos de cien años.
Las historias de las miles de Paulas que se repiten hoy en otros lugares del mundo son sin duda mucho más tristes.
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