Me acuerdo como si fuera hoy que sobre las seis y media de la tarde del 23 de febrero de 1981, mientras merendábamos los miembros del Departamento de Derecho Mercantil en el bar de la Facultad de Santiago, nos dieron la noticia de que unos guardias civiles al mando del Teniente Coronel Tejero había asaltado el Congreso de los Diputados y que había habido disparos.
Como recordarán los que lo vivieron y sabrán aquellos a los que se lo hayan contado, fue un golpe de Estado televisado: gracias a la audacia de un cámara de televisión que no la apagó pudimos ver los españoles una situación bochornosa en la que unos enloquecidos “salvapatrias” querían privarnos de la libertad y acabar con la recién estrenada democracia.
La inesperada retrasmisión televisada de aquel lamentable episodio supuso una vacuna contra los golpes de Estado de los militares. En efecto, aquella mascarada produjo unos antígenos que aplicados a nuestra democracia produjeron una respuesta de defensa contra el golpismo que felizmente todavía dura en nuestros días.
Pues bien, tengo para mí que el espectáculo de mentiras, insensateces, ignorancia, tergiversación de la historia, y obtusa terquedad que llevamos oyendo a los líderes secesionistas, que están siendo retransmitidos en directo, en diferido y por las redes sociales, va a provocar, a partir del 1 de octubre, una nueva vacuna, pero ahora no anti golpista, sino anti separatista.
Por eso, creo que es un inmenso error estar lanzando el mensaje de que a partir del día 2 empezará el diálogo. No sé a ustedes, pero a mí me parece más grave democráticamente hablando el golpe de Estado jurídico-político que están intentando dar los secesionistas catalanes que la chapucera asonada de Tejero y los suyos.
Tal vez porque los políticos de aquella época visualizaron mejor que intentaban acabar con nuestras libertades democráticas, todo el mundo estaba de acuerdo en aplicar a los golpistas ley y a poder ser sin miramientos. En la actualidad, en cambio, hay quienes están instalados en una especie de flojera represora y, lejos de que el episodio actual sirva de escarmiento para los infractores de la Constitución, les abren los brazos para dialogar. ¿Sobre qué? ¿Qué se exigirá a cambio a los “golpistas constitucionales” para iniciar conversaciones? ¿Se hablará de en qué medida van a acatar el futuro la ley que nos dimos todos los españoles? ¿Les van a exigir arrepentimiento y propósito de la enmienda? Muchas preguntas para las que han de buscarse las respuesta oportunas antes de empezar a dialogar.
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