No exagero si digo que, de cara al exterior, existe una innegable crispación en nuestra vida política. Y matizo que la exasperación se manifiesta externamente, porque cada vez estoy más convencido de que la política es una actividad en gran parte fingida y exagerada que se representa con el fin de que la misma penetre en nuestra vida diaria a través de las cámaras de televisión. Con esto quiero decir que no me atrevo a asegurar que en las relaciones personales entre los políticos exista, salvo casos aislados y de todos conocidos, esa irritación mutua que evidencian externamente.
Otro dato que conviene resaltar es que entre los actores (la clase política) y los espectadores (el pueblo) hay unos intermediarios (los medios de comunicación) que necesitan colocar un cristal de aumento sobre la realidad para que funcione el depauperado negocio de la “venta de noticias”. Lo cual es especialmente importante cuando éstas son pocas o escasamente relevantes
En resumen, existen unos actores que se zarandean políticamente en público, unos medios que se encargan de “amplificar” la importancia de esas confrontaciones, y un público que está cada vez más cansado de ver siempre la misma función y que, por tanto, presta poca atención a ese teatro.
Estoy seguro de que los que lectores que hayan llegado hasta aquí se preguntarán a qué se deben las anteriores consideraciones.
Pues obedecen a que me empieza a cansar el poco nivel, pero avivado artificialmente, de los conflictos en que andan enredados nuestros líderes en este tiempo de impasse que va a tener dos etapas: una, hasta el día 26 de septiembre en que se conocerán los resultados de las elecciones autonómicas vascas y gallegas y la otra desde esa fecha hasta la investidura o convocatoria de nuevas elecciones generales.
Para que se me entienda el llamado asunto “Soria”, originado por un error del PP en el que se prescindió de la deseable ejemplaridad pero sin que hubiera obstáculos legales a su nombramiento, ha provocado una reacción desproporcionada por parte de ciertos partidos políticos en el Congreso.
El frustrado nombramiento del ex ministro Soria como director general del Banco Mundial ha generado una reacción tan virulenta en los otros partidos que parece que no existe en España ningún otro problema político de mayor envergadura.
Lo cual es probable que sorprenda al público espectador del teatro de la política que ve cómo lleva tiempo esperando pacientemente que empiece la función mientras que los actores no acaban de ponerse de acuerdo ni sobre quienes van a ser los protagonistas ni sobre la obra que van a representar. Pero conviene tener cuidado porque cuando el público se impacienta no tardan los abucheos.
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