José Manuel Otero Lastres el 14 ago, 2016 Cuando se trata de alabar las virtudes ajenas, es bastante frecuente esperar a que el admirado haya abandonado este mundo o hacerlo en el momento del triunfo. En el presente caso, voy a rendir tributo de admiración a un deportista vivo y en el momento en que no ha podido alcanzar en las olimpiadas las semifinales de tenis en el cuadro individual. Y es que en toda mi vida –y va siendo larga- he visto muy pocos deportistas tan admirables. Lo fue mientras luchaba siendo aún muy joven para llegar a lo más alto. Continuó siéndolo cuando era el número uno. Y lo es cuando todo parece indicar que ha empezado a descender lentamente de la cima de la máxima gloria. En el refranero español se dice: “en la mesa y en el juego, se conoce al caballero”. Y aunque es verdad que en este dicho la palabra “juego” parece referirse más al juego de naipes que al deporte, podría extenderse perfectamente su aplicación a la actividad profesional de nuestra gran figura, Rafael Nadal. Porque por muy cicatero que se sea con los méritos ajenos es difícil encontrar un caballero del deporte con la grandeza y la honorabilidad de nuestro mejor tenista de todos los tiempos. No soy de los que defienden a los perdedores porque me parece más estimulante incitar a la victoria que jalear el falso consuelo de conformarse con la derrota. Pero siempre estaré al lado de los que se esfuerzan por ganar aunque no lo consigan, porque la gloria de la victoria la alcanzan los elegidos y sólo son unos pocos. Pues bien, Rafael Nadal es un paradigma de lucha, de esfuerzo, de tesón, que busca la victoria dando lo mejor de sí mismo, pero –y esto me parece esencial- respetando en todo momento a sus adversarios. Su brillantísima carrera está jalonada de éxitos, que nadie le regaló ni le tocaron por suerte, sino que son el fruto de un excepcional talento deportivo educado para ganar. Estoy seguro de que seguirá consiguiendo éxitos –escribo estas líneas antes de que dispute el partido por la medalla de bronce-, aunque probablemente con menos frecuencia que antes. Lo que me interesa subrayar es que sea cual sea su carrera futura, el ejemplo ya nos lo ha dejado: pasión por ganar confiando en su propio esfuerzo, pero respetando siempre al adversario con algo que no es fácil de entender; a saber: que hay que luchar por cada bola y no darla nunca por perdida para que sea su oponente el que sienta el placer de ganarle el tanto. Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 14 ago, 2016