José Manuel Otero Lastres el 06 abr, 2018 Pedro Sánchez aparece de vez en cuando en los medios no como si fuera el verdadero Secretario General del PSOE, sino como un ectoplasma de este importante cargo político. Ayer compareció para exponer su propuesta de aumentar los impuestos a la banca, a las grandes empresas y a las clases más adineradas, cosa que difícilmente prosperará porque las encuestas, hasta hoy, no vaticinan un resultado que le permita gobernar España. Pero lo de menos es la seriedad de la propuesta y la posibilidad de su implantación real, sino seguir apuntándose a todo aquello que aparentemente le pueda dar votos. Esta mañana, seguramente porque siente el aliento electoral de Ciudadanos en la nuca, ha aprovechado la cuestión del master de Cristina Cifuentes y la presentación por el PSOE de una moción de censura contra la misma, para tratar de poner a Albert Rivera a los pies de los caballos. En efecto, en un intento, parece que desesperado, de conseguir los votos de Ciudadanos para que prospere la moción de censura y hacerse por esta vía con el gobierno de la Comunidad de Madrid, Pedro el “ectoplasmático” resaltó que “el riesgo que corre Rivera es el de pasar de ser un supuesto regenerador de la política a un encubridor de la corrupción del PP”. Esta desafortunada afirmación encierra una proposición que tiene tres partes claramente diferenciadas. En la primera, Pedro anuncia la existencia de un “riesgo”; es decir, la posibilidad, que no la certeza, de que se produzca un daño. Adviértase que dice que si no se suma a la moción de censura Rivera “puede” verse expuesto a un resultado dañoso, no que lo sufra en todo caso. En la segunda, tienta a Rivera elevando a mera suposición una cualidad muy apreciada en nuestros tiempos, como es “ser regenerador de la política”. Pero como se mantiene en la mera suposición (no afirma que Rivera sea regenerador, sino que supuestamente es un regenerador) la tentación, lejos de ser irresistible, es fácilmente rechazable. Sobre todo si se tiene en cuenta la primera parte de la afirmación que convierte en puramente eventual que el riesgo de perder una cualidad de Rivera que simplemente se supone se traduzca en un daño cierto. En la tercera, el “ectoplasmático” concreta el daño al que está expuesto Rivera: convertirse en “encubridor” de la corrupción del PP. Aquí se abandona el campo de lo probable (estar expuesto a perder lo que supuestamente se tiene) y se entra de lleno en el terreno de la certeza, Y da por ciertas dos circunstancias: que Rivera se convertirá en encubridor (término mal empleado porque no estaría ocultando nada) y que la actuación de Cristina Cifuentes es una hipótesis subsumible en una corrupción de partido y no en un caso de responsabilidad personal. En fin, como ven, seguramente eso de vivir en la ectoplasmia acaba por oxidar la aguda precisión mental que requiere un ejercicio brillante de la política. Lo cual, pienso, que facilitará a Albert Rivera la adopción de la postura más aconsejable desde la óptica de sus intereses partidistas y los generales de España. Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 06 abr, 2018