José Manuel Otero Lastres el 16 nov, 2017 Hace poco circuló por la red un WhatsApp en el que alguien afirmaba que si seguía como noticia de primer plano en los telediarios la independencia de Cataluña no tardaría en obtener el nivel B1 de Catalán. Y es que la imparable y cada vez más creciente penetración de los nacionalismos excluyentes en la vida nacional está originando una práctica televisiva que consiste en emitir la imagen de los políticos hablando, en este caso en catalán, con subtítulos en en castellano. En esto, los políticos de esa Comunidad Autónoma son tratados, para regocijo de algunos, como si fueran extranjeros: se subtitula en castellano un discurso político que expresan en su lengua autonómica. Claro que entre los políticos extranjeros y los nuestros autonómicos hay una diferencia esencial: éstos conocen perfectamente el castellano, que es el idioma oficial en todo el territorio español. No estamos, pues, ante el caso de alguien que no puede expresarse en la lengua que entendemos todos, porque la desconoce, sino ante una persona que elige de un modo consciente y voluntario el idioma en el que se dirige a los demás. No puede formularse el más mínimo reproche al acto de libertad en que consiste escoger la lengua en la que uno va a comunicarse con los demás. Pero si esto es cierto también lo es que cuando algún político hace una declaración pública es para dar a conocer su parecer sobre los asuntos de que se trate. De tal suerte que parece lógico presumir que existe alguna relación entre la naturaleza del asunto y el idioma elegido para la intervención. Con esto quiero decir que, si se trata de hablar sobre un tema cuyo interés no trasciende al ámbito de la comunidad autónoma, se comprende que el político de turno hable en la lengua propia de esa comunidad. Las cosas parece que son distintas cuando lo que quiere el interviniente es dirigirse a la generalidad de los ciudadanos españoles. En este caso, no tiene ningún sentido que hable en una lengua que solo la entienden los de su comunidad. Si se conecta, pues, el idioma elegido con el ámbito de difusión del discurso, el hecho de que un político hable en el idioma de su comunidad debe ser interpretado en el sentido de que su interés es ser entendido en ese ámbito territorial: está hablando para los de ese territorio que entienden el idioma en el que se expresa. Y si no se expresa en el idioma que entiende la generalidad es porque ese no es el auditorio al que se dirige. Si lo anterior parece razonable, ¿tiene sentido subtitular en español el discurso del político autonómico que, pudiendo expresarse en el idioma común, habla en la lengua de su comunidad? Si para que todos lo entendiéramos le bastaba con hablar español y no lo hizo, ¿por qué nos va a interesar a los demás entender su discurso? Otros temas Comentarios José Manuel Otero Lastres el 16 nov, 2017