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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

La timidez

José Manuel Otero Lastres el

 

Todos conocemos a algún tímido. Pero no todos los que lo son ocultan la misma personalidad. Las personas tímidas parecen haber sufrido un cortocircuito entre su yo interno y el yo manifestado. Y a la hora de juzgarlos nos fijamos más en la personalidad externa que reflejan que en la interna que mantienen reservada.

Por eso, si bien es cierto que los rasgos externos de los tímidos son coincidentes, en cambio, pueden diferir profundamente respecto de su mundo interior. La propia significación gramatical de la palabra “tímido” alude a un determinado modo de comportarse en las relaciones con los demás: “temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo”. El Diccionario de la RAE fija la acepción de la palabra atendiendo a ciertos efectos de comportamiento, no a su causa.

En efecto, descriptivamente hablando, los tímidos suelen manifestarse del modo indicado en el diccionario y su propio apocamiento, su cortedad o encogimiento de ánimo, provoca en los demás cierto desinterés en averiguar la parte oculta de su carácter.

Es verdad que, no pocas veces, tras el ánimo contenido de un tímido, hay un alma en perfecta armonía: no se manifiesta nada sobresaliente porque el interior tiene una dimensión irrelevante. Pero también lo es que hay vidas interiores extraordinariamente ricas que por su alto nivel de auto exigencia tienden a retraerse,  aislarse, dificultando que los demás puedan descubrir la gran riqueza del espíritu que albergan.

Lo malo para los tímidos es que vivimos en el mundo por el que se transita aceleradamente en una loca carrera por tener y aparentar. Y en tales circunstancias, la gente trata de evitar todo aquello que pueda hacerles perder tiempo.

Lógicamente, la terea de vencer la timidez le corresponde al afectado y no a los terceros que se relacionan con él. Pero éstos harían mal si se negaran absolutamente a dedicar alguna parte de su tiempo a tratar de abrir el cofre que mantiene encerrado el espíritu del tímido, porque con cierta frecuencia podría ocultar unas dotes que podrían enriquecer nuestra personalidad.

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