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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

La gloria y la fama que preocupaban a Cervantes

José Manuel Otero Lastres el

Mi querido y admirado Ramón Loureiro escribió recientemente en Facebook “En contra de lo que se ha dado en repetir siempre, lo que define a Don Quijote no es su supuesta locura, sino su deseo de hacer el bien y su amor por la libertad”. A mi modo de ver, la inmortalidad de un personaje de ficción de tan enorme envergadura está en su locura, en su deseo de hacer el bien, en su amor por la libertad, en ayudar a los desvalidos, y en otros rasgos, entre los que me parecen relevantes, como voy a argumentar seguidamente, su afán de gloria y notoriedad. Pero no cualquier fama sino la que resulte de hazañas valerosas, impregnada de virtudes, y dadas a conocer convenientemente.

No creo que haga falta advertir que quien realmente modela al personaje es el autor y que es Cervantes el que va esculpiendo con palabras la vida imaginaria de su hidalgo. Lo cual se debe, sin duda, a que los novelistas vamos dejando en nuestras obras de ficción, a veces sin ser plenamente conscientes de ello, rastros de las cuestiones que nos preocupan en el momento en el que las escribimos.

De ser esto cierto –cosa que creo- y, además, predicable de la gran mayoría de los escritores, se podría afirmar que uno de los temas que más preocupaban a Don Miguel de Cervantes Saavedra al escribir El Quijote era la alcanzar la fama, la gloria y el reconocimiento. Deseo de celebridad que si en pleno siglo XVII podía sorprender, salvo a alguien que como Don Miguel tenía ya entonces méritos literarios suficientes para ser plenamente reconocido, hoy es una meta que buscan ansiosamente la generalidad de los escritores.

EDWARD C. RILEY, en su trabajo titulado “La singularidad de la fama de Don Quijote”, afirma que “la fama de don Quijote es un tema fundamental de la novela misma. Procede del corazón de la historia, que es el carácter y personalidad del personaje principal. La historia comienza con meterse en la cabeza del hidalgo la idea de hacerse caballero andante como los héroes de sus libros predilectos. Le obsesiona la idea de hacerse famoso como ellos. Por ser tan fundamental en su motivación y en el concepto que se forma de sí mismo bajo el nombre de don Quijote, la fama pertenece al centro nuclear de la historia”.

Pero la fama que buscaba don Quijote no tiene casi nada que ver con la que actualmente obtienen muchos de los que llegan a ser conocidos. La fama que perseguía Don Quijote consistía, como destacó el citado RILEY, en buscar hazañas en las que estaban siempre presentes ciertas virtudes nobles como el valor, la lealtad y la generosidad. “Según estos ideales –escribe RILEY-, la virtud (en el sentido más amplio dela palabra) era una parte integral de la fama. Sin ella, era meramente publicidad, o aun mala fama. Por eso, la conducta de los héroes, así históricos como inventados, que gozaban de la fama auténtica, era apreciada por su ejemplaridad. Su conducta se juzgaba digna de imitarse y a menudo fue recomendada a la juventud con este motivo”.

RILEY concluye que Don Quijote comprende todo esto perfectamente. “Cuando está enjaulado en el carro, camino a su casa, y encuentran al canónigo de Toledo en la carretera, … le explica que va encantado por envidia de los malos encantadores, que la virtud más es perseguida de los malos que amada de los buenos: “Caballero andante soy, y no de aquellos de cuyos nombres jamás la Fama se acordó para eternizarlos en su memoria, sino de aquellos que, a despecho y pesar de la mesma envidia…ha de poner su nombre en el templo de la inmortalidad para que sirva de ejemplo y dechado en los venideros siglos donde los caballeros andantes vean los pasos que han de seguir, si quisieren llegar a la cumbre y alteza de las armas”

Ahora bien, ya en tiempos de Don Quijote se sabía que no hay fama sin publicidad. El héroe desconocido no es héroe hasta que se le conozca. Por eso, el Ingenioso Hidalgo sabe desde el inicio mismo de sus andaduras que para ser héroe famoso, además de las hazañas y las virtudes, es preciso que su nombre y sus acciones se comuniquen a otros. Razón por la cual, –como señala RILEY-  el primer día, apenas salido de su lugar de la Mancha en busca de aventuras, Don Quijote va hablando consigo mismo: “¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga; cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera?: ‘Apenas había el rubicundo Apolo…”

Entonces, la fama implicaba hazañas, virtud y publicidad. Hoy solo publicidad: llegan a ser famosas personas sin apenas virtudes, sin una sola hazaña relevante, y únicamente porque manejan bien la publicidad de los medios y redes modernos.

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