Gracias a su inteligencia y a que es capaz de expresarse a través de la escritura, el hombre ha endosado a otros seres vivos, como el lobo o las alimañas, lo que solo a él le corresponde. De todos es conocida la frase “homo homini lupus” (el hombre es lobo para el hombre) y cuando se quiere destacar que una persona es sumamente despreciable se dice que es una alimaña. Y, sin embargo, lo cierto es que, siendo también capaz de lo mejor, el hombre puesto a ser malo y nocivo es muchísimo peor que los lobos y las demás alimañas.
Hay acciones que convierten a las personas que las realizan en seres abyectos de la peor calaña. Seguramente a cada uno de ustedes habrá acciones que le indignen más que otras. A mí hay dos conductas que cada vez que saltan a los medios me entristecen y revuelven las tripas: la de los incendiarios y la de los pederastas.
Me repugnan e irritan tanto los que incendian dolosamente nuestros montes y los viciosos, viles y alevosos, que abusan sexualmente de los menores, que debo reconocer que si fuera juez y tuviera que juzgarlos perdería la imprescindible imparcialidad.
Más de una vez me he preguntado por qué siento más desprecio por los incendiarios y los pederastas que por otros delincuentes seguramente más nocivos. Y debo confesar que no he sido capaz de descubrir del todo la razón.
Pero si tuviera que aventurar una respuesta diría que tal vez sean la inocencia y la especial vulnerabilidad que comparten la naturaleza y los menores. Ni los montes ni los niños pueden hacer nada para defenderse cuando son atacados en un claro abuso de superioridad por el hombre revestido de maldad, ese lado oscuro de su naturaleza más vil y despreciable.
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