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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El “delito de pensamiento” en política

José Manuel Otero Lastres el

Recordaba haber oído hablar, cuando era estudiante de bachillerato en el Colegio Salesiano de la Coruña, del “pecado de pensamiento”. Tras recabar la oportuna información, ya tengo la certeza de que alude a este pecado el evangelio de San Mateo (cap. V, v. 27 y 28) al poner en boca de Jesucristo “Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”.

Pues bien, en la vorágine de la encarnizada lucha electoral en la que estamos inmersos, en plena antesala de las elecciones del 26 de junio, se está llegando al paroxismo de utilizar como arma arrojadiza contra el adversario político el que podríamos denominar, por paralelismo, “delito de pensamiento”. No bastaría para incurrir en él llevar a cabo una acción u omisión delictiva, sino que sería suficiente con el solo hecho de haber pensado cometerla.

Viene esto a cuento porque –y perdónenme que sea mal pensado- en la operación de desgaste a la que está sometido el PP ha saltado hoy a los medios de comunicación un Informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil en el que se da cuenta de la existencia de unos supuestos tratos preliminares del Presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia con una empresa investigada en la llamada trama Púnica.

Según el citado Informe Pedro Antonio Sánchez habría entablado conversaciones para destinar 32.000 € de los fondos públicos para mejorar su reputación e imagen personal, sin que –y esto es lo esencial-, como dice el propio Informe, nunca llegara a firmarse el contrato, ni, en consecuencia, se hubiera realizado o cobrado trabajo alguno.

El asunto parecería grotesco, si no fuera tan grave y no afectara a la imagen y honorabilidad de una persona. En el “todo vale” de nuestra política actual se está llegando, no ya al thoughtcrime (crimen de pensamiento) de George Orwell en el que se criminalizaba el pensamiento expresado discrepante, sino que se llega insinuar al público como delito consumado lo que ni siquiera se ha llegado a materializar.

Soy partidario de que todo el peso de la ley caiga sobre los que sean declarados culpables por acciones u omisiones consideradas como delito en el momento de producirse. Pero todo tiene un límite y me atrevo a gritar que ¡basta ya de guerra sucia!  

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