Escribió Quevedo en sus Migajas sentenciosas que “los ánimos cortos en dar, también se embarazan en pedir”. Afirmación cuya certeza he podido comprobar a lo largo de mi vida. Y me atrevo a afirmar que también es verdadera la aseveración contraria: los ánimos largos en dar no suelen embarazarse al pedir. Digo lo que antecede porque en los tiempos navideños en que nos encontramos podemos dar y pedir en la confianza de que tal vez sean atendidos nuestros ruegos. Y por eso pido a los lectores que den a sus semejantes lo mejor de sí, que sean generosos al dar. Que ofrezcan a sus semejantes lo mejor de su espíritu y de sus bienes. Y lo mejor no es solo lo que nos sobre –que también- sino lo que consideremos que precisan los demás. La generosidad que se convierte en atmósfera de estas fechas debe llevarnos también a no embarazarnos al pedir que disminuyamos, hasta los mayores límites posibles, el odio, el rencor y el resentimiento que sintamos por nuestros semejantes. Y no tanto por el daño que pueda suponer para ellos ser la diana de esos nefastos sentimientos, sino también porque, como dijo alguien, esos tenebrosos vicios del espíritu son venenos que se toma el odiador pensando que van a acabar con los odiados cuando al único que afectan es al que los alimenta.
Otros temas