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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Cuatro generaciones en 40 años de democracia

José Manuel Otero Lastres el

Los medios de comunicación nos recuerdan que hace 40 años se celebraron las primeras elecciones democráticas. Los que el 15 de junio de 1977 habíamos alcanzado la treintena hemos vivido todos estos años con el suficiente grado de madurez como para tener nuestra propia visión de lo que ha venido sucediendo desde entonces.

Cuarenta años son apenas nada en la historia de una Nación, pero mucho tiempo en la vida de una persona. Todo este tiempo fue para mí primero futuro, después presente, y ahora pasado. Y creo que es un lapso suficiente para mirar hacia atrás y valorar el camino común que hemos andado.

La reflexión que me viene a la mente es que hoy estamos conviviendo, al menos, cuatro generaciones. Con las dificultades que comportan  las labores de sintetizar y generalizar, estas cuatro generaciones se pueden caracterizar del siguiente modo.   

Aunque algunos de los protagonistas de nuestra transición ya no están entre nosotros, todavía viven –y en plenitud de facultades en muchos casos- políticos que desempeñaron un papel muy relevante en los primeros años de nuestra democracia. Pero faltaría a la verdad si no añadiera que su protagonismo en la vida política actual es prácticamente nulo.

En una escala decreciente, partiendo de los que hicieron la transición, la siguiente generación es la mía. Y con la misma sinceridad debo reconocer que estamos de retirada. Conservamos el compromiso inquebrantable con la libertad y la democracia que asumió el pueblo español hace ahora cuarenta años. Pero poco más podemos hacer que recordar el espíritu con el que recibimos el nuevo tiempo que se abría entonces, lleno de expectativas y esperanzas que, en mi opinión, se vieron en general confirmadas.

La que considero la tercera generación es la que está actualmente en el poder. Esta generación tiene todavía bien presentes los recuerdos de la transición, pero no tanto por haberla protagonizado como por haberla visto y oído. Y es que por edad solo pudieron ver y oír lo que entonces hacían los mayores. Lo cual fue, a mi modo de ver, suficiente en general para que valoraran en su justa medida el gran acierto y la enorme generosidad general de la transición.

La cuarta y última generación es la que ya está asomándose a los puestos que confieren el liderazgo político. Esta generación viene desmemoriada, tiene a veces falta de memoria y otras es torpe de ella. Lo cual sería disculpable de no ser porque se trata no solo de ignorar lo pasado sino también de destruirlo.

Es muy probable que cada generación viera con preocupación la formación de la que venía abriéndose hueco. Pero personalmente, además de reconocer públicamente mi más sentida gratitud a los que me trajeron la libertad y la democracia, y de valorar positivamente la generación que sucedió a la mía, manifiesto mi más honda preocupación por lo que estoy empezando a ver en la política de nuestros días. Hoy –seguramente como siempre- se lucha encarnizadamente por el poder, pero con una relevante diferencia: más que los intereses generales de la ciudadanía, lo que está en juego es, nada más y nada menos, que el propio medio de vida de los políticos. Se trata de mantener o conseguir el puesto de trabajo y, ante tal estado de necesidad, la demagogia viene expulsando de la escena política al compromiso con los valores generales.    

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