Hace algunos años, cuando detuvieron por primera vez a Diego Armando Maradona por un escándalo de drogas, hice este poema al que me parecía un futbolista descomunal. En una época en la que no se protegía, ni mucho menos, a los mejores futbolistas y en las que Maradona corría por el terreno de juego como si fuera un campo de minas, me pareció que Maradona era un ser tocado por el hada madrina para regalarnos a los aficionados una ejecución impecable de lo que es este precioso deporte. Hoy, horas después de su prematuro fallecimiento, le reitero las palabras que escribí en forma de poema.
“Palmadas sobadoras
convertidas en puños que golpean.
Balón hinchado por todos
sin preocuparnos la presión.
Rodaste por los mejores estadios
y nos diste muchas tardes placenteras.
Te untamos de sebo
para mantenerse terso y brillante,
para que no se notara cómo se agrietaba tu alma.
Hoy eres un balón que compromete,
que es alejado a patadas.
Eres un cuero solitario,
desinflado y resquebrajado,
que está fuera de banda,
y con el que ya nadie quiere jugar.
Pero hay manos cuidadosas
que, en lugar de golpear, saben dar grasa y aire.
Balón para nuevo campo,
corre otra vez
y no admitas mucho aire.
Puedes servir para otros partidos,
más sinceros,
Puedes volver a ser acariciado por otras manos,
Más auténticas.
Puedes ser juguete de otros niños
a los que no les importa que el balón tenga remiendos.
Merece la pena seguir,
Mientras haya cuero, aire, manos suaves, niños
y sebo”.
Te deseo que descanses en paz.
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