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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Acoso a la Iglesia: el presente ayuda a explicar el pasado

José Manuel Otero Lastres el

Está muy difundida la idea de que conocer el pasado ayuda a comprender el presente, hasta el punto de que suele recordarse con frecuencia la frase que escribió George Santayana: “el país que no recuerda su pasado está condenado a repetirlo”. Me atrevo a añadir que el presente también contribuye a explicar lo que sucedió en el pasado. Veamos.

Mis primeros treinta años los viví bajo el régimen franquista, el resto en la actual democracia. Mi formación escolar y la universitaria se desarrollaron en unas circunstancias político-sociales en las que se ofrecía casi exclusivamente la versión de los ganadores de la Guerra Civil y apenas se oía la de los perdedores. Pero en mis recuerdos están menos presentes las gestas militares del ejército nacional que el desorden y las revueltas que propiciaron el levantamiento de una parte del Ejército.

Entre todos los alborotos y revueltas de entonces los que más me impresionaron fueron –me estaba educando en un colegio religioso- las quemas de iglesias y el asesinato de religiosos. No puedo asegurar ahora cuál era la razón de mi juvenil perplejidad, pero pienso que me desconcertaba no descubrir motivo racional alguno para que hubiera aquel enloquecido ensañamiento con la Iglesia católica.

Pues bien, el presente está viniendo a explicar –al menos a mí- lo que sucedió entonces. En efecto, durante los primeros treinta años de democracia, la “cuestión religiosa” –vamos a llamarla así eufemísticamente- no tuvo protagonismo. Seguramente porque los que pilotaron la transición conservaban vivo el recuerdo de lo sucedido, dispusieron que nuestra Constitución, de manera equilibrada, al tiempo que se garantizaba las libertades ideológica y de culto, elevara a rango normativo que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la  sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones” (art. 16.3).

Sin embargo, y como si alguien quisiera que se recupera esta parte negra de nuestra memoria histórica, en los últimos tiempos estamos asistiendo a un recrudecimiento del odio por parte de la izquierda radical contra la Iglesia Católica. Y es que hoy se empiezan a hacer visibles ciertos comportamientos, no ya de fomento de otras sensibilidades arreligiosas –contra las que personalmente no tengo nada que decir- sino de agresión, de verdadero acoso, contra esa institución, la Iglesia Católica, con la que el citado artículo 16.3 de la Constitución obliga a los poderes públicos –a todos, incluidos los gobernados por la izquierda radical- a cooperar.

Es por aquí, por este inexplicable agravamiento actual del acoso contra la Iglesia Católica, por donde del presente está ayudando a comprender el pasado. Si una parte de la izquierda radical todavía tiene algo contra la Iglesia Católica, es porque el odio de los años treinta del siglo pasado, lejos de haber desaparecido con la generosa reconciliación de la transición, ha estado larvado, en un estado de latencia, que está comenzando a reverdecer en nuestros días.

¿Se repetirá el pasado (una Guerra Civil) por no recordarlo? No hay que alarmarse. La España de hoy no tiene nada que ver con la de 1.936: está en la Unión Europea, es mucho más rica (PIB per cápita de 24.000 € en 2016), el analfabetismo se ha desterrado, y la educación y la sanidad están extendidos universalmente.

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