En los diarios de hoy se publican los resultados de una encuesta realizada por la Universidad Autónoma de Madrid entre el profesorado no universitario sobre las evaluaciones externas que prevé la LOMCE en dicha enseñanza (Infantil, Primaria y Secundaria). Y en torno al 80% del indicado profesorado rechaza dicha pruebas (conocidas como reválidas) por considerar que no son las adecuadas para la educación.
Al leer esta noticia recordé que hacía muy pocos años se habían hecho públicos los resultados de unas oposiciones a maestro, convocadas por la Comunidad de Madrid en noviembre de 2011, en la que se presentaron 14.100 aspirantes para 489 plazas y el 86% de los presentados suspendieron la prueba de conocimientos, cuyas preguntas en forma de test tenían un nivel equivalente al de sexto de primaria (véase el diario EL PAIS de 20 de marzo de 2013).
Y claro, no pude menos que preguntarme sobre qué revelan los controles o pruebas externas más allá de si están diseñadas perfectamente o no. La respuesta no fue difícil: el grado de conocimiento de los alumnos controlados.
Lo siguiente fue plantearme de quién depende el nivel de preparación de los alumnos y mi entendimiento me llevó inmediatamente a dirigir mi mirada al profesorado. Porque si bien es cierto que el nivel de instrucción de los estudiantes depende en buena parte de su propio esfuerzo, no lo es menos que cuanto más preparados estén los profesores y mayores sean sus cualidades docentes con mayor facilidad conseguirán que aquéllos aprendan.
Llegado a ese punto, comparé la preparación de los estudiantes con la puesta a punto de los deportistas y me pregunté si los buenos preparadores físicos con conocimientos y métodos modernos tendrían algún reparo en que se controlara el estado físico de sus discípulos. Y la respuesta que me vino a la mente fue que no tendrían el más mínimo inconveniente.
La conclusión de lo que antecede no es difícil de extraer. Los controles externos a los alumnos de la enseñanza no universitaria seguro que no preocuparán a los buenos profesores, del mismo modo que los controles de sus atletas no importunan lo más mínimo a los buenos preparadores físicos. Así las cosas, ¿a quiénes pueden perjudicar las reválidas? Ustedes mismos.
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