Si vivimos en la era de la intercomunicación es en gran medida a las nuevas tecnologías, que han logrado que los ciudadanos hayan pasado de la fase de la indiscutible libertad interna de pensamiento a la fase del atrevimiento a interaccionar en el mundo la comunicación en la red. Me explico mejor.
Cada uno de nosotros tiene absoluta libertad a la hora de formarse su propio criterio interno sobre cualquier asunto que le interese. Pero en muchas ocasiones las cosas no pasan de ahí: el pensamiento no se exterioriza o solo se expresa ante un círculo de confianza constituido por muy pocas personas. Hasta hace bien poco ésta era la situación predominante incluso en las sociedades con mayor libertad. Lo cual se debía a que los ciudadanos eran destinatarios, meros receptores, de la comunicación elaborada por los pocos que se dedicaban al oficio de escribir.
Hoy las cosas están cambiando vertiginosamente y a la libertad de pensar como uno quiera se está agregando la posibilidad de manifestar el propio parecer. Lo cual hace que estemos transitando aceleradamente desde la fase interna del pensamiento a la externa de su expresión.
Creo, por lo que acabo de decir, que en nuestros días y gracias a la red el hombre occidental dispone de una inmensa libertad para comunicar a los demás la idea que se ha ido formando de las cosas. Y es que basta ojear en la red cualquier medio suministrador de información para comprobar que está repleto de opiniones personales de los “rednautas”.
Es verdad –y solo se podría sostener lo contrario si se quisiera halagar inmerecidamente a los lectores- que no todas las opiniones tienen fundamento. Hay comentarios que enriquecen sin duda alguna las opiniones que son objeto de los mismos. Otros, en cambio, dejan bastante más que desear. Pero esto es, a su vez, una valoración de los lectores que muchas veces se hace patente con los signos de las manos con el dedo pulgar para arriba o para abajo de me gusta o no me gusta.
Por eso, los demócratas, los que creemos firmemente en las libertades constitucionales como la de pensamiento y expresión solo podemos felicitarnos del extraordinario desarrollo que están experimentando. Es posible que todavía existan muchas afirmaciones impulsivas y que falten reflexiones serenas, pero solo ejercitando con frecuencia la libertad de opinar se aprende a hacerlo con fundamento. Así que me adhiero sin reserva alguna a la libertad de opinar existente en la red que con toda seguridad irá creciendo a medida que se facilite el acceso a los medios telemáticos.
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