A finales del siglo XIX y principios del XX, en la Diputación de Cádiz y luego en la sede de la Cámara de Comercio de Jerez de la Frontera, empezaron a brujulear con la idea de construir una línea de ferrocarril que uniera las bodegas de Jerez y Setenil, en la provincia de Cádiz, con el fin de repartir el vino y otros productos por los pueblos de la sierra. En aquella época estas infraestructuras eran construidas y explotadas por compañías privadas. En el primer asalto, en 1904, el proyecto encalló por falta de financiación. En 1908 volvió a fracasar. Pero en 1925, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera (nacido precisamente en Jerez), llegó al ministerio de Fomento el sevillano Rafael Benjumea y Burín, conde de Guadalhorce, un ingeniero de caminos defensor de las obras públicas que impulsó un Plan de Ferrocarriles integrado por diecisiete líneas, entre ellas la de Jerez a Almargen (Málaga), destinada a convertirse décadas más tarde en la primera vía verde en España.
Este itinerario de ferrocarril fue un sueño del que sus promotores siempre despertaron abruptamente, a pesar de su importancia militar (conectaba las bases navales de Cádiz y Cartagena), de su utilidad para la economía agrícola, y de su envergadura: 127 kilómetros de extensión, cincuenta y cinco túneles perforados y doce puentes y viaductos. En 1962, el Banco Mundial aconsejó abandonar la idea, y a mediados de los 80, se incluyó en el plan de cierre y desmantelamiento de líneas deficitarias que elaboró Renfe. Las obras jamás se concluyeron. En todo el siglo XX apenas llegaron a circular unos pocos trenes de mercancías en un pequeño tramo de 22 kilómetros entre Jerez y Jédula, una pedanía de Arcos de la Frontera. Incluso los terrenos se devolvieron a los propietarios a los que se les había expropiado. Era el punto final.
Y, sin embargo, pocos años después, aquella misión imposible encontró una nueva oportunidad. El Ministerio de Obras Públicas, Renfe y Feve, dentro del Plan Tejido Verde, encargaron un inventario de vías ferroviarias abandonadas, infrautilizadas o desmanteladas. En junio de 1993, la Fundación de los Ferrocarriles Españoles (FFE) convocó en Gijón un seminario internacional donde se presentó ese trabajo y, en la práctica, nació lo que hoy conocemos como el Programa Vías Verdes. Veinticinco años después, hay más de 2.600 kilómetros de infraestructuras ferroviarias en desuso reconvertidas en itinerarios cicloturistas y senderistas. Entre ellas, la Vía Verde de la Sierra, que discurre a lo largo de casi 36 kilómetros entre los municipios gaditanos de Puerto Serrano y Olvera (existe un plan para ampliarla), la primera vía verde de España, considerada una de la mejores de España y Europa, Premio Europeo de las Vías Verdes en varias ocasiones, por cuyo trazado nunca circuló un tren.
*Con información de Juan Rincón Millán, profesor de la Universidad de Sevilla, autor de la tesis «La antigua línea de ferrocarril Jerez-Almargen. Su reconversión en Camino Natural».
Foto: Viaducto de Coripe (Sevilla), en la Vía Verde de la Sierra.
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