La defensa de la vida y el no a la aborto se está convirtiendo en este país es una actitud casi heroica, políticamente incorrecta y, muchas veces, en motivo de burla de una progresía malencarada que no sabe respetar la libertad de opinión y pensamiento del contrario.
La manifestación de ayer en Madrid, que reunió a unas 40.000 personas, es una llamada de atención a los partidos políticos del centro derecha para que tengan en cuenta un tema que, si no resuelven bien, puede tener un gran coste electoral en las urnas.
Yo estoy radicalmente en contra del aborto. Yo soy dueña de mi cuerpo, por supuesto que sí, pero cuando una vida empieza a crecer dentro del cuerpo de una mujer, tiene que empezar a estar protegida y yo no soy nadie para hacerla desaparecer.
Y no voy a pedir perdón por pensar así. No puedo comprender como se lucha con uñas y dientes para prohibir las corridas de toros y se pelea con igual virulencia, o más, para apoyar el aborto que, para mí, no es más que la eliminación de una vida humana.
El aborto es un fracaso para la mujer, quizás la única salida para una situación de deseperación total. Por eso hay que legislar para apoyar a las familias, a la maternidad, para que tener un hijo no sea una carga y para que, ante un embarazo no deseado, la solución no sea eliminar el problema, sino tener un abanico de soluciones que te permitan seguir adelante.
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