Vaya bajonazo que le ha dado el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a la reunión con el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, después de que éste mendigara una foto con Rajoy para recuperar algo de protagonismo en el mapa político.
Me río yo de todos aquellos que llevan años repitiendo hasta la saciedad que Rajoy es un político débil, sin garra y que no tiene carácter para defenderse en el ruedo de la política. Nada más lejos de la realidad, ya lo demostró en el partido, al ir laminando a todos y cada uno de sus adversarios, y así lo está haciendo con Rubalcaba, al que ha reducido a lidercillo de la oposición bloqueando cualquier posibilidad de sacar cabeza en el ruedo parlamentario.
Él va por libre, con sus reformas y con su hoja de ruta, y no está dispuesto a que nadie le impida seguir su camino.
Su último golpe de efecto ha sido la reunión con Rubalcaba. No ha atendido su deseo de celebrarla antes de la cumbre informal de jefes de Estado de la UE mandándole el mensaje de que no le interesa nada su opinión y, para colmo del desprecio, le obliga a compartir protagonismo con el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran i Lleida. Además, para que pase desapercibida, la hace coincidir con el partido de la final de la Copa del Rey y la prolonga hasta el anochecer para que los medios de comunicación no tengan oportunidad de profundizar mucho en ella.
Del contenido de la reunión, lo único que ha trascendido es más de lo mismo, que si van a renovar el Tribunal Constitucional o que si van a abordar juntos la reforma de las administraciones públicas. Pero de la RTVE nada de nada. Rajoy ya impuso su ley ante la estrategia de Rubalcaba de dejar ir la renovación para seguir controlando la información pública. El presidente de la televisión lo nombrará Rajoy junto con CiU y ya no habrá más dilaciones.
Este es Rajoy, para el que no lo conozca. No es el débil del que hablan algunos. Como me dice siempre una colega de profesión, “es un killer de la política”, un hombre, que tras su apariencia de dejar hacer, al final siempre impone su ley, la del más fuerte y el más paciente.
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