No tengo ninguna esperanza de que Puigdemont contesté con un escueto sí o no, al requerimiento que le ha hecho el Gobierno para que aclare si ha declarado, o no, la independencia de Cataluña.
Sería para este señor, que vive fuera de la realidad política, una humillación y una bajada de pantalones que supongo que no querrá escenificar.
Él va a lo suyo, que sí hay que buscar un mediador, que si él no reconoce la legalidad española. Vamos, que se pasa por el forro todo lo que venga de España y, si hay que faltar al respeto a los españoles, pues mejor.
Su objetivo será ganar tiempo y mantener una tensión que solo irá en detrimento de la propia Cataluña. El cálculo político que ha hecho de los tiempos me parece un error garrafal.
A medida que pasa el tiempo, supongo que más empresas abandonarán Cataluña, la división en el frente nacionalista será cada vez más grande y, entre la gente sensata, irá calando el mensaje de que este viaje a ninguna parte tiene que tener su final.
Pero él, mientras tanto, sigue a lo suyo. Que no es más que tomarnos el pelo a todos, hasta que la legalidad, que avanza imparable sobre él, acabe por llevárselo por delante.
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