Hace ya algunos meses, concretamente siete, un alto cargo muy cercano a Rajoy me advertía de que el presidente de Cataluña, Artur Mas, volvería, más pronto que tarde a su casa madre: España, después de la pataleta soberanista que montó para intenar arañar una mayoría absoluta que no le dieron nunca los catalanes en las urnas. La asfixia económica que sufre esta Comunidad hace prácticamente imposible que Mas pueda insistir en un debate independentista que no conduce a ninguna parte. Su sitio natural es España, que ha evitado la quiebra de esta región inyectándole dinero a través del Fondo de Liquidez Autonómico.
Hoy, cuando se ha hecho pública la reunión secreta del presidente Rajoy con Artur Mas me he acordado de aquella premonitorio conversación de quien está muy cerca de Rajoy diseñando la estrategia política catalana, que parece que empieza a encauzarse.
La primera señal para crear el ambiente propicio que permitiera el encuentro la emitió el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en la última reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Se “trataba de abrir espacios”, comentaban fuentes gubernamentales. Y bien que lo abrieron. Lo primero que hizo Montoro fue ofrecer a los consejeros autonómicos de Economía un grupo de trabajo para revisar el sistema de financiación autonómico. No es el pacto fiscal con el que Mas intentó chantajear a Rajoy, pero es un caramelito para dulcificar las formas. También planteó la posibilidad de flexibilizar el objetivo de déficit para este año y no descartó que se pueda hacer un traje a la medida de las Comunidades, o sea, un déficit individualizado.
La estrategia ha dado sus frutos. La reunión se ha celebrado y Rajoy ha salido ganando en el manejo de los tiempos. No levantó la voz, solo un poco en las elecciones catalanas, y le salió rentable, esperó pacientemente que el contrario se debilitara y terminara por bajar la cabeza. El viaje a ninguna parte emprendido por Mas parece que ha tenido muy poco recorrido.
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