El extesorero Luis Bárcenas se ha convertido, más que en una chinita, en una roca en el zapato del Partido Popular. Nadie, ni dentro ni fuera del partido, se explica la torpe estrategia de comunicación, si es que la hay, a la hora de decir, de una vez por todas, de qué manera se ha prescindido de sus servicios, si asà ha sido.
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Quiero creer que hay una explicación convincente,  pero llegado a este punto de las cosas, más hoy que mañana, deben salir a aclararlo. A estas alturas supongo que solo la gerente y algún dirigente más, debe saber si se le indemnizó, o no; si se le pagó un finiquito; o no; si se le siguió pagando la Seguridad Social, o no; o si hasta diciembre de 2012, fecha en la que parece, digo parece, terminó su relación laboral con el PP, este partido continuó realizándole retenciones de IRPF.
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El desgaste interno ante esta situación es cada vez más evidente. A Carlos Floriano, vicesecretario de Organización y Electoral, le ha tocado dar la cara, a riesgo de que se la partan, y se limita a repetir lo que el partido le dice que diga. Pero tampoco es justo este papelón.
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En este caso, el tiempo no vendrá a arreglar el problema, sino a empeorarlo.Â
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En el caso de Jesús Sepúlveda, exalcalde de Pozuelo y exmarido de Ana Mato, se supo rectificar a tiempo, como asà lo reconoció la secretaria general, MarÃa Dolores de Cospedal, en un gesto que le honra. Pero si quiere seguir estando a la altura de las circunstancias, la presidenta de Castilla-La Mancha debe salir ya a explicar cómo y cuándo Bárcenas dejó de ser trabajador del PP. Ella fue, al fin y al cabo, la que decidió echarlo enfrentándose a muchos, con todas sus consecuencias. Y esa es su gran baza.Â
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