Artur Mas se arruga en Madrid
Mientras el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se reunía con los diecisiete presidentes autonómicos en el Senado y negociaba un documento conjunto con el que ofrecer a Europa una imagen de unidad ante la crisis, las seis horas de tensa espera me sirvieron, entre otras cosas, para charlar largo y tendido con uno de los hombres más cercanos al presidente.
En esta interesante conversación encontré una de las claves que pueden explicar la cobarde actitud que mantuvo el presidente de Cataluña, Artur Mas, en esta Conferencia de Presidentes. Mucho sacar pecho en Cataluña lanzando un órdago soberanista al resto del Estado español, y cuando llega a Madrid se arruga, se acobarda y no es capaz de hacer este mismo planteamiento ante el resto de sus colegas autonómicos.
Me decía “uno de los hombres del Presidente” que no hay que ver en la actitud de Mas más que “una bronca de familia, de esas en la que se dicen todo tipo de cosas, pero que al final las cosas se arreglan, porque en el fondo somos todos de la misma familia”. Y en esta bronca de familia, me seguía diciendo, nada mejor que encontrarse con un hombre como Rajoy, templado, paciente, que no va a seguirle el juego a Mas, por muchas cosas que diga, y que nunca va a entrar al trapo de ninguna de sus provocaciones.
Esta “templaza”, según la entiende la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, empieza a causar efecto. Porque de otra forma no se explica que Artur Mas no dijera ni pío en la cumbre autonómica en Madrid. Bien es verdad que Rajoy diseñó una estrategia que pasaba por no molestar a nadie con la redacción de un documento que fuera asumible por todos. Solo tenía un Plan B por si Mas se presentaba con un discurso independentista, entonces sí que incorporaria al texto final una defensa de la unidad territorial y del modelo constitucional. Pero no fue necesario, el presidente catalán no se inmutó cuando hasta seis presidentes autonómicos de Comunidades gobernadas por el Partido Popular le recordaron que solo desde la unidad se sale de la crisis y esgrimieron la Constitución de 1978 como el pilar fundamental de la estructura política de España.
La “bronca de familia” no se visualizó en Madrid, por mucho que hoy Artur Mas escenifique una pataleta en Cataluña. No va a ninguna parte con su desafío independentista, y él lo sabe, como también sabe que, al final, tendrá que recurrir a su familia, como ya lo ha hecho, para que le paguen sus deudas y lo rescaten de la quiebra económica.
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