Paloma Cervilla el 20 may, 2010 No me extraña que a la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de EconomÃa y Hacienda, Elena Salgado, se le cayeran dos lágrimas el domingo pasado en la reunión de los ministros de EconomÃa de la Unión Europea, cuando tuvo que coger el teléfono y decirle a Zapatero que su alocada carrera por escapar de una crisis que no quiere ver, se habÃa terminado.  No sé si será verdad lo que me cuentan, porque yo no estaba allÃ, pero quién me lo dice suele estar bastante bien informado de lo que sucede en estas cumbres europeas. No sé si Elena Salgado fue consciente alguna vez de lo que se le venÃa encima cuando aceptó el cargo, un regalo envenenado que le dejó en herencia Pedro Solbes, que nunca creyó en las medidas del Gobierno contra la crisis, pero que se resignó a repetir como ministro para cumplir hasta el final su vocación polÃtica y de servicio al partido. Pero lo cierto es que la ministra se está viendo superada por unos acontecimientos que la han arrastrado a este valle de lágrimas, en el que dicen, se ahogó el domingo cuando se tropezó con la realidad y tuvo que decirle a Zapatero que el único camino a seguir es el de esos recortes sociales que nunca ha querido aplicar.  Pero no es Sálgado la única socialista que llora por las esquinas, por los pasillos del Congreso de los Diputados en las tertulias de café entre polÃticos y periodistas, no es difÃcil encontrarte con diputados socialistas que se lamentan diciendo: “Pero qué se habrán creÃdo estos ministros del Gobierno que ni te miran a la cara, ¿dónde va De la Vega con esos trajes?, ¿dónde nos están llevando?”. Esta es la realidad interna del PSOE, la de sus militantes y algunos cargos públicos en pequeñas administraciones regionales y locales, pegados al ciudadano, que no llegan al llanto, como Salgado, pero que ya han perdido la fe en su presidente. España Comentarios Paloma Cervilla el 20 may, 2010