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Blogs Notas del Espía Mayor por Javier Santamarta del Pozo

El Pecado Original

El Pecado Original
González y Aznar portando el fruto que expulsaría a España del Paraíso que creían que iba a ser, por Ricardo Sánchez «RIsconegro»
Javier Santamarta del Pozo el

«¡Es una puñetera locura!», dijo hace unos meses uno que fuera presidente de este país aún llamado España. Un tal Felipe González, que la mascarilla le hacía vibrato ante sus tonantes palabras cuando se puso a criticar a uno de los avatares de Su Persona Sánchez, por haber derivado el estado de alarma por COVID en las Autonomías. Que no digo yo que no tenga razón, pero claro, le dijo la sartén al cazo: «apártate que me tiznas». Pues resulta de aurora boreal  que quien se puso a repartir competencias a las autonosuyas, ahora haga aspavientos de doncella ofendida. Porque me da que España se va al garete. O al menos, eso es lo que empieza a parecer. Y aunque ya saben que el Espía Mayor suele irse por las ramas, ¡qué digo! por las raíces más profundas, esta vez no nos iremos hasta Sertorio en búsqueda del presunto cainismo ancestral de esta vieja piel de toro. No. Vamos a irnos hasta 1992. Fecha llena de fastos y centenarios y donde lo que comenzara tímidamente en 1981 para desarrollar el confuso Título VIII de la Constitución de 1978 sobre la Organización Territorial del Estado acerca de las transferencias hacia las Comunidades Autónomas, que algunas se creyeron naciones.

Porque, claro, el Pacto del 81 entre Calvo Sotelo y González, no dejaba de ser aquello que comenzaba, no con el café para todos, sino con unos bien servidos para Cataluña, el País Vasco, Galicia y Andalucía. La asimetría territorial que se iba a instalar en España, teniendo por origen los Estatutos de Autonomía de la Segunda República, dejó la tontería impresa de las nacionalidades, y la interpretación de que la nación española citada desde el mismo Preámbulo constitucional, no era sino una especie de confederación extraña. Lo que desde luego que no es así. En cualquier caso, si lo que se quería era un Estado descentralizado, hubiera estado bien focalizar en los aspectos de desconcentración administrativa, y no en empeñarnos en transferir tantas competencias, que daba a pensar que a no mucho tiempo volveríamos a aquel relato de Larra «Nadie pase sin hablar con el portero», en donde había que enseñar el pasaporte para ir de Álava a la revolucionaria (sic) Villa de Madrid.

Lo que está claro es que nadie pensaba que iba a tener autonomía ¡hasta Logroño! Y lo digo con todo el respeto para mis amigos riojanos. Yo, como madrileño, sigo sin entender qué leches es la Comunidad de Madrid y por qué nadie ha querido poner el cascabel al gato de una verdadera ley de capitalidad. Pero esa es otra historia… La historia que nos importa es que llegando el citado 92, mucha Expo y muchos Juegos Olímpicos, pero el segundo pacto autonómico, esta vez entre Felipe González y José María Aznar, iba a llevar a que hubiera ya una lluvia de transferencias para esos miniestaditos que, no es que quisieran estar más cerca del ciudadano, y ser más eficientes en sus responsabilidades políticas. ¡Quiá! Lo que querían es disfrutar de la vara de mando, honores militares (aunque sean de unos mozos en alpargatas, o de una policía con boina del lugar, para que queden claro los hechos diferenciales), y acudir al palco del Bernabeu a presenciar como sus selecciones nacionales compiten contra la del opresor Estado español.

González, el tontante, el indignado por derivar el estado de alarma a las CCAA, transfirió casi 1.400 competencias. Y Aznar, mireusté, tras el Pacto del Majestic de 1996, se hizo más autonomista que el Fraga que luego no sabía más que hablar en gallego (puede que hablara castellano, pero como se le entendía igual de mal…). ¿Cuál fue el mayor éxito de esta etapa gloriosa? ¡Transferir la educación por completo! Con un par. Y de remate, guinda y colofón, la sanidad. Vamos, lo que viene siendo hacer un pan como unas obleas. Y lo que ahora, en el peor momento y cuando deberíamos estar más unidos y ser más nación, somos patio de Monipodio cervantino, donde regiones y ciudades se echan en cara culpas como si entre los límites de las provincias nos lanzáramos bombas de racimo del bicho covid de las narices.

Tuvimos 19 confinamientos. Tuvimos 19 navidades. Tuvimos 19 Filomenas. Y lo que queda claro, es que lo que tenemos, son 19 puñeteras taifas. Y desde el Congreso de los Diputados, presunta sede la soberanía nacional, estamos a un tris del ¡Viva Cartagena! Me temo que ha quedado ya claro que nos gobiernan y desgobiernan quienes harían que el Conde de Romanones, volviera a expresar… «¡Joder, qué tropa!».

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