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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

El arte de las portadas de discos. Las “líneas paralelas” de Xavier Valiño

El arte de las portadas de discos. Las “líneas paralelas” de Xavier Valiño
Álvaro Alonso el
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Schönberg, en “Música nueva, música anticuada, el estilo y la idea”,  estaba convencido de que su música era para una minoría: “Ningún matemático habrá de inventar nada nuevo en matemáticas únicamente para halagar a la masa que no tiene un modo especialmente matemático de pensar; y de igual manera, ningún artista, ningún poeta, ningún filósofo y ningún músico, cuyo pensamiento se desenvuelve en la más alta esfera, habrán de descender a la vulgaridad para mostrarse complacientes con un `slogan´ tal como `Arte para todos´. Porque si es arte no será para todos, y si es para todos no será arte”.

Es curioso cómo la percepción del arte cambió con el paso del tiempo. En los años sesenta una de las más potentes manifestaciones artísticas, en la era de la reproductibilidad técnica que vaticinara Walter Benjamin, fueron los discos en formato vinilo, no solo por la asunción de poesía y música, sino también por la incorporación común al proyecto de fotógrafos, pintores y artistas gráficos. Mientras que en la música clásica y el jazz las portadas mostraban aún fondos, en gran medida figurativos, el pop y el rock se atrevieron a incorporar elementos rupturistas, que bebían del surrealismo y las vanguardias, el naturalismo o incluso el feísmo del siglo XIX en el caso del punk.

Xavier Valiño, estudioso de estas relaciones mutuas, lleva años analizando entomológicamente el mundo de las portadas. Dice en la introducción: “Cuando el joven grafista Alex Steinweiss se unió a la discográfica Columbia como director artístico en 1939, lo primero que quiso cambiar era algo que veía muy claro: las carátulas del sello tendían a los monocromos oscuros y serían mucho más llamativos si se envolvían en una funda ilustrada”. Y añadió en una entrevista posterior: “La forma en la que vendían los discos era ridícula. Las fundas de cartón marrón eran tan grises, tan poco atractivas, que convencí a los ejecutivos de que me dejaran diseñar algunas portadas”. En pocas semanas -explica Valiño-, las ventas se habían incrementado en un 800%.

Después, en los sesenta, The Beatles, The Rolling Stones o Pink Floyd incorporan a sus proyectos a artistas de las Escuelas de Arte, como Peter Blake, Richard Hamilton o Storm Thorgeson. Iban a sentarse las bases de una revolución en el diseño que iba a alcanzar a todo el planeta. La portada de un disco recién aparecido podía llegar a ser un auténtico acontecimiento del que todo el mundo hablaba. El arte no se “vulgarizaba” por fin, pero sí se extendía y reproducía de manera masiva, por millones. George Melly lo vio claro: “La portada de un disco es actualmente el hogar natural de un estilo de pop visual”.

Luego llegó -prosigue Valiño- la crisis del papel en 1973 y, con ella, los recortes en esas grandiosas portadas, algunas incluso estucadas y en tríptico. El punk, dos años después, rompió todas las reglas de juego, elevando a arte la fotocopia casera y las manualidades, en forma de imaginativos collage.

Por las más de trescientas páginas de este estupendo libro se van contando, por décadas, a partir de los sesenta, esas historias paralelas que acompañan a cincuenta discos seleccionados entre la ingente producción de música rock. Todas ellas icónicas y que marcan un antes y un después en la historia de la música popular.

De la incluso hoy censurada en redes Electric Ladyland de The Jimi Hendrix Experience, a la vaca más famosa de la historia gracias a Pink Floyd; el surrealismo de Little Feat, las portadas muy Duchamp de The Rolling Stones, o el salto mortal de Kraftwerk haciendo añicos a Warhol; los Sex Pistols rindiendo pleitesía a su majestad la Reina, o la que figura en la portada del libro, Parallel Lines de Blondie, la hetaíra más cara de Nueva York, según reza una vieja leyenda.

Cada portada es estudiada en contexto y, a la vez, en profundidad, con un gusto exquisito en lo musical y atendiendo, sobre todo, a su impacto inmediato y su relevancia, todos productos de gran potencia subversiva en el vértigo del arte de la última mitad del siglo XX, cuando todo se aceleró en modo turbina a reacción, hasta nuestro siglo, que marca el declive de esta forma de arte. Es por ello que desde las descargas y el streaming, la portada de disco aparezca como un fenómeno irrepetible; pero acabado. Valiño, autor de una excelente biografía oral del grupo Golpes Bajos: Escenas olvidadas (Efe Eme, 2018), ya se había centrado en este asunto en un primer volúmen, La cara oculta de la luna. Las 50 portadas esenciales del rock (Milenio, 2016), del que puede entenderse el nuevo como continuación. Ya, antes, su interés por las portadas le llevó a realizar una tesis doctoral sobre el asunto, que publicó en formato asequible como La censura en los discos de pop-rock en el franquismo (2011).

Destaca el gusto por el detalle, la precisión en los datos, la profundidad y el rigor de los comentarios y la búsqueda de fuentes originales, incluidos testimonios de los propios diseñadores, fotógrafos o pintores de las portadas. Pero sobre todo sorprende la pasión de un trabajo realizado con calma, para ser saboreado sin prisa.

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