PHOTOS: VÍCTOR MORENO
Tras la actuación de La Tremendita, con aires flamencos y hetérea fusión, llegó el segundo día de los norteamericanos Wilco en los conciertos de los jardines del Botánico en Madrid. El listado de canciones cambia. El lunes dieron un concierto arrollador. Esta noche quieren recoger los frutos de una gira gloriosa por territorio español regalándose dos horas de deleite propio y compartido con la certeza de no tener que demostrar nada, que hay un camino para la expresión mediante el sonido que puede quedar en simple rock´n´roll o elevarse a la categoría de lo excelso, de la belleza. Wilco juegan en esa liga, y lo demuestran en el arranque tras salir puntuales al precioso escenario, con una wagneriana “Misundestood” que hace chirriar los goznes de las gradas de gusto. La electricidad lo llena todo cuando el sol comienza a declinar sobre la cúpula celeste. El recinto, abarrotado, cae dentro de la tupida red de la banda, que hace gala de dos teclados, versátiles instrumentistas que también empuñan las guitarras, bajo, batería, Jeff Tweedy a la guitarra y Nels Cline al pedal steel y las mil guitarras.
Porque siendo Wilco mucho más que un grupo de guitarras, lo cierto es que si algo iba volando de manos de los ayudantes a brazos de los músicos fueron decenas de guitarras de todos los tipos, tamaños y colores. Es, por el contrario, el piano, quien como ocurre con Elton John o Paul McCartney, marca el tempo y da empuje desde el corazón de la canción, y así se muestra “Story To Tell”, que se diría un clásico del grupo si no fuera porque es una de las múltiples composiciones de su nuevo y flamante disco, Cruel Country, que va a planear por los jardines del Botánico en esta mágica noche. No tarda nada en aparecer Yankee Hotel Foxtrot, comenzando con “I Am Trying To Break Your Heart”, en un extravagante paseo por sonidos como de herrero en un callejón de Londres que salpican el preindustrial momento de esta peculiar creación que parece hecha entre cachivaches rotos. Las fábulas de la reconstrucción sónica llegan con otra de aquel genial disco, la jugosa “Kamera”, una canción-chicle que nos hace recordar aquellos geniecillos de los primeros ochenta como fueron New Music. Y es que si algo tiene el repertorio de Wilco es un abanico amplísimo de referencias musicales más o menos implícitas.
Con naturalidad pasmosa sonaron a continuación su apología nacional desde el dolor y la vergüenza, con “Cruel Country”, reflejo del patriotismo auténtico que muestra el pueblo americano, tan envidiable en muchos sentidos, cuando viene de la mano de la lucidez y la inteligencia. Es curioso, pues por muchos pedal Steel y guitarras country rock que introduzcan Wilco, no dejan casi nunca de recordar a los Beatles. Aunque en “Hints”, también del último disco, el vaivén como de columpio en el campus simplifica esa forma de componer de Paul Westerberg, a un hilo de romperse del todo, pero sin llegar a hacerlo. Como el australiano Paul Kelly, coetáneo de Tweedy, la existencia es maravillosa, pero duele, quebranta, destruye. Y es por eso que desde el interior es desde donde nos habla Jeff, con una honestidad que el público siente como propia, la misma que puede transmitir un Caetano Veloso o cualquiera de los que consideramos rapsodas universales, más allá del lenguaje musical que utilicen.
Tanto rumiar y dar patadas a las estrellas tenía que dar paso a un pequeño giro y Wilco, magos de las texturas sónicas, se marcharon y nos transportaron a bordo de su nave nodriza a un planeta llamado “Poor Places” donde los sintes y el piano generaban un ambiente de viaje interplanetario de lo más apetecible. El final cacofónico, futurista, más utópico que distópico, fue seguido de la saltarina “Hummingbird”, del disco A Ghost is Born y su evolución en mutación asombrosa. El efecto sorpresa hacía factible la incorporación de dos de las preciosas baladas del último disco, primero “Bird Without a Tail / Base of my Skull” en un desfile de guitarras folkies bajo la lluvia que te llevaban a un soñar despierto en un trance compartido con miles de personas, algo al alcance de unos pocos. Instantes de lucimiento en lo más íntimo del sonido de todos los músicos, con una precisión extrema, colgando de un hilo como una maravillosa luna benigna. Siguió la luna digo la magia inundando la noche con otra preciosidad del último disco, “Tired of Taking It Out On You”. Wilco asumió un cierto riesgo, dejando que el inconsciente colectivo se mostrara en unos medios tiempos de una delicadeza difícil de ver en un concierto mayoritario. Pero, de nuevo, la honestidad, la verdad de los músicos, puede llevarles a arriesgarse y conseguir ese hermanamiento catártico que viene de antiguo.
Con buen tino invitaron al festín a una de las gemas escondidas en su disco “pandémico”, el Ode To Joy de 2019. Encajaba como anillo al dedo en este impás melódico y de ritmos simples donde cada músico se regodeaba en su instrumento con placer casi culpable, disfrutando tanto o más que el público por momentos a lo largo de toda la canción “Everyone Hides”.
A partir de aquí nada podía volver a ser lo mismo. Nels Cline, que estuvo apartado, para bien o para mal, de los primeros conciertos por estar convaleciente, llegó a tiempo para generar ese momento único en la historia del pop que es “Impossible Germany” y el solo brutal, en diálogo con el resto de guitarras actuantes, enlazadas como serpientes de cascabel extraordinariamente peligrosas. Por momentos, esta exquisita canción, se diría un homenaje a Steely Dann para terminar siendo un homenaje a la historia de la música popular en su conjunto. Ahí está Steve Miller, The Band, McGuinn, Hendrix, Clapton, Duane Allman, Thin Lizzy, Rory Gallagher, están todos… y Nels Cline. Se saludan y homenajean los músicos, unos a otros, entre calurosos aplausos.
Se atreven en un malabarismo extremo a enfriar al personal con una más de Cruel World que resuena a éxito del do-wop, canción feriante muy Kinks por otro lado, como es “All Across The World”. De su disco homónimo de 2009 incorporaron “You & I”, siguiendo en ese clima más cercano e íntimo, preciosismo que empastaba ya visitaran su repertorio hacia atrás o hacia adelante, porque la conjuntaron con “A Lifetime to Find”, recién salida del horno y ya un clásico instantáneo, un tema que podían haber firmado los Byrds del “Sweetheart of the Rodeo” o los Flying Burrito Brothers. A ello siguió uno de los temas con los que Wilco se dieron a conocer allá por 1995, el sencillo “Box Full of Letters” de su primer disco A.M. Cuando la banda que reinaba aún podía ser R.E.M. Jeff Tweedy reconoció que todavía disfrutaba tocando esta canción, después de tantísimo tiempo.
Arriba, arriba, más arriba. Llega el momento esperado, de comunión con el grupo de su vida, se nota que esta es `la canción para muchos de los aquí presentes, que gozan con la entrada del primer riff que anuncia “Jesus, etc.”, del Yankee Hotel Foxtrot. Canción coreada, de las que ya no te pertenecen por formar parte del inconsciente colectivo, no pierden su importancia por ser reconocibles en un supermercado o mientras atraviesas una autopista de Alabama. Han entrado en el panteón de las canciones ilustres porque el público lo ha querido así, de abajo a arriba, por méritos propios, por su inconmensurable y sutil belleza, y por su insoportable carga emocional. Por su verdad. Expresión de lo que es Wilco, un grupo que más allá de hacer rock sin más, se atreve a flirtear con la belleza.
El concierto entra en su recta final, aun con tiempo de un último malabarismo, integrando otra más de Cruel World, “Country Song”, antes de dejar que la vena grunge-noise de Wilco, que también les va, se haga hegemónico en el recinto, con una descarga eléctrica in crecendo que comienza con la estupenda y muy geneclarkiana “Dawned on Me” enlazada con otra de las míticas en directo, a saber, “Heavy Metal Drummer” para despedirse con la muy Breeders “I Am The Man Who Loves You”.
Esto es todo amigos. Pero, no se vayan todavía, que aún hay más. Y así fue, para delirio del personal, hicieron un bis de electricidad controlada que ya les gustaría a los Sonic Youth, un alarde de control sobre el rizoma sónico que quedará en la retina y los tímpanos de los asistentes a pie de pista durante un tiempo largo. Primero fue “A Shot in the Arm” del Summerteeth, seguido de un impás sorprendente, con otra nueva en tan delicado instante, como es la fantástica “Falling Apart (Right Now)”. Ya con todo el pescado vendido y las emociones a rebosar del vaso, y el vaso por los suelos, llegaron “Red-Eyed and Blue” y su piano honky-tonk irresistible, “I Got You” del Being There y para colmo de placeres una interpretación ya en plan los Who con amago de romper guitarras dándolo todo de “I Am a Wheel”. Y así salimos los cientos de asistentes, tras dos horas exactas, rodando como ruedas de un gran camión engrasadas para hacer de este verano un tiempo maravilloso.
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