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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Metallica, música para la NSA

Metallica, música para la NSA
Álvaro Alonso el

Desde luego nada que ver con el insuperable cool de Robert Redford en 1975, dirigido por Sydney Pollack, en Los tres días del Condor. Ahora, por fin, creemos haber descubierto que nos espían. Desde que Orwell escribiera su novela 1984, el mundo totalmente controlado no ha hecho más que ir en aumento. Que el escándalo del espionaje salte en vísperas de 2014, treinta años después de la orwelliana fecha, suena a feliz aniversario. Música para la NSA, en vez de para la NASA. ¿Alguien ha pensado en el aburrimiento del sistema informático que procesa toda esa información en su 99 % absolutamente «superficial y vulgar», que diría Alaska? Menos mal que Ian McEwan ha puesto un poco de cordura en medio del griterío de los líderes europeos a los que parece molestar el haber sido espiados en medio de acciones indecorosas o mostrando la debilidad de la carne. «Vicios privados, virtudes públicas».

Como dice McEwan, «las agencias de inteligencia harán siempre todo lo posible por espiar. Ni siquiera se preguntarán por qué. Si puede espiar, lo harán». Y ahí esta el meollo del asunto. Ya no hace falta un motivo o una excusa para ser espiado. La tecnología lo permite, y el espía utiliza la tecnología con el simple propósito totalmente aséptico de recopilar cuanta más información, mejor. Aséptico desde la premisa del absoluto control del planeta desde el punto de vista informativo. Las barreras entre lo público y lo privado hace mucho tiempo que están desdibujadas cuando no borradas por completo, son papel mojado en algún lugar de los códigos para las agencias de inteligencia. Si no, no serían agencias de inteligencia, serían hermanitas de la caridad. Alguno de estos líderes debería leer el mito de Giges, rey de Lidia.

Dado el aburrimiento que debe pasar el programa informático que revisa bajo surrealistas parámetros tal cúmulo de información, voy a elegir un tema para deleite de los trabajadores de la NSA. Es de Phil Lynott, cuando los Thin Lizzy. Un clásico de 1972 que suena orgiástico en las manos del grupo Metallica. En el vídeo se celebra una fiesta privada en una casa americana. Es una fiesta altamente satisfactoria. Música a martillazos.

 

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