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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Lou Reed una mañana de domingo

Lou Reed una mañana de domingo
Álvaro Alonso el

«Sunday Morning» salió como single en diciembre de 1966. El primer álbum de debut The Velvet Underground & Nico saldría en marzo de 1967. El productor Tom Wilson buscaba una canción que pudiera entrar en las listas. Lou Reed y John Cale se pusieron a ello pensando en la voz de Nico. Finalmente, Lou Reed decidió cantarla él mismo. Cuando al año siguiente Verve publica el álbum, con la portada del plátano de Andy Warhol, «Sunday Morning» abre la primera cara. El disco es vetado en las emisoras de radio inmediatamente, tras interpretarse «I´m Waiting For The Man» como una canción alusiva al consumo de drogas, al igual que «Heroin» que abre la segunda cara del disco. Solo se vendieron 10000 copias. Pero en sentencia que suele atribuirse a Brian Eno: «Todos los que se hicieron con una copia de ese disco, formaron un grupo».

Las canciones extremadamente serenas como «All Tomorrow´s Parties», «There She Goes Again» o «Sunday Morning» quedaron irremisiblemente enterradas. Tom Wilson se ocupó de producir el sonido áspero y primitivo del grupo, capaz sin embargo de remontarse hacia atmósferas hipnóticas que recogían herencias tan dispares como el serialismo vienés o los más oscuros discos de rock & roll. De nada sirvió el gélido atractivo de la rubia Nico, en realidad llamada Christa Päffgen, ni la portada diseñada por el propio Andy Warhol, en cuya Factoría comenzaron a actuar la Velvet Underground. Patti Smith, en su libro Éramos unos niños, Lumen, 2001, relata de manera muy creíble el ambiente del Nueva York de aquellos años.

La Velvet, y en gran medida la carrera posterior de Lou Reed, se va a configurar a través de la experimentación de John Cale, un músico que había comenzado trabajando con John Cage en una pieza de Erik Satie consistente en ochocientas sesenta y seis repeticiones de un mismo tema para piano. Junto a La Monte Young, su mujer y Tony Conrad, formó parte de The Dream Syndicate, un grupo experimental que componía y ensayaba sobre un solo acorde que se prolongaba más de media hora. John Cale, para el primer disco de la Velvet, pergeñaba extraños bocetos sónicos con el piano, el bajo y el violín eléctrico. En «Sunday Morning» hace uso del celeste, un tipo de piano con resonancias que es sobre todo reconocible por un fragmento de El Cascanueces de Tchaikovsky. Cale abandona a Lou Reed tras grabar el segundo álbum, White Light/White Heat en 1968, aunque sigue trabajando con Nico en sus espectrales y fascinantes discos en solitario.

Lou Reed se autoproduce en 1969 el tercer álbum The Velvet Underground con Doug Yule de sustituto de Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker, un disco menos controvertido que los anteriores, que incluía canciones fabulosas como «Pale Blue Eyes» y otras trepidantes como «What Goes On». Aunque el arranque de la carrera de Lou Reed en Estados Unidos lo sitúa en un lugar marginal de artista de culto, en Inglaterra tuvo reverberaciones de alto calibre, al encontrar fervientes admiradores como David Bowie o Roxy Music. Fue el propio Bowie quien produjo el único gran éxito de Lou Reed en toda su carrera, «Walk On The Wild Side» para RCA en 1973.

Lou Reed abandona la Velvet tras Loaded, el cuarto y último disco de la banda. Siendo éste su disco de rock más convencional, contiene otra de las canciones emblemáticas de Lou Reed, «Sweet Jane». De hecho, existe un concurso anual de versiones de «Sweet Jane» para bandas noveles. Los canadienses Cowboy Junkies se dieron a conocer tras haber ganado este concurso. Incluida en The Trinity Sessions en 1988, el propio Lou Reed ha reconocido que «es la mejor y la más auténtica versión que haya escuchado nunca».

Lou Reed nunca ha sido tomado muy en serio por los músicos de hip-hop de la Gran Manzana. Sus viñetas retrataban una ciudad que no era la suya, por lo que difícilmente podían verse reflejados en ellas. Sin embargo, enganchó de una manera irrefrenable a jóvenes de todo el mundo, que si han entrado en esto de la música ha sido por culpa del viejo Lou. La lista es demasiado larga, solo mencionar dos nombres que serían impensables sin la influencia de Lou Reed. Jonathan Richman, obsesionado en su primera etapa en los Modern Lovers con la Velvet (Jonathan perseguía con una grabadora a la Velvet de concierto en concierto). Del mismo modo, el virtuoso guitarrista Tom Verlaine y su grupo Television no son imaginables sin pensar en Lou Reed. Aquí en España, cuando uno piensa en Lou Reed, de inmediato piensa en Pepe Risi y los Burning. Pero el influjo de Lou Reed no queda en su paso por la Velvet. Ni tampoco en la edad dorada o etapa “berlinesa” de los años setenta. Su carrera en solitario mostró un renacimiento fascinante, terminando ya la década de los ochenta, primero con New York, homenaje debido a las calles de su ciudad, y continuado en colaboración de nuevo con John Cale en Songs For Drella, disco dedicado a su mentor Andy Warhol, en 1990.

Una soleada mañana de domingo de luz heladora, Lou Reed se ha elevado lentamente desde un sucio bulevar convertido en moléculas de polvo dorado que brilla y choca contra los cristales de los rascacielos de la ciudad de Nueva York. Una ciudad que hoy debería mostrar luto oficial por la muerte de este genial artista.

 

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