Nick Drake, cantautor de paso lento y atolondrado, ligero de equipaje, fue capaz de crear en su corta existencia todo un universo en miniatura.
El hombre que le cantaba a la luna, que susurraba al tiempo, que se preguntaba por lo que pueda haber detrás del Sol, que se ensimismaba mirando el cielo del norte, eclipsó a todos los artistas de su generación apenas sin hacer ruido, como una ráfaga de viento de principios de otoño.
De todo lo que se ha escrito sobre Nick Drake, yo extraería algunas de las notas escritas sobre él por su productor, Joe Boyd, en Blancas Bicicletas, fascinante libro de recuerdos del club UFO en Londres y los primeros pasos del sello Island en los años 60, momento de florecimiento de grupos como Pink Floyd, Soft Machine o Tomorrow y cantantes como Vashti Bunyan, Anne Briggs, Sandy Denny o el propio Nick Drake.
Joe Boyd nunca había visto antes tal maestría y originalidad con la guitarra. Nick estaba por encima de lo mejor de su generación, de Kevin Ayers, de Richard Thompson, de Bert Jansch, de Ritchie Blackmore… Sus canciones merecían ser cantadas por todos los rincones del planeta. Sus letras no eran simples canciones pop, sino que eran auténtica poesía.
Por eso Joe Boyd se empeñó, no solo en tirar de Nick para que fuera grabando sus canciones, sino que lo convenció para seguir la estela de Leonard Cohen y probar a dar a conocer su arte en directo.
Aquello fue un desastre. La introversión y la timidez extrema de Nick se hizo patente desde el primer concierto de la gira. Entre canción y canción la gente del público hablaba y pedía cerveza, y Nick afinaba su guitarra incapaz de articular palabra.
En mitad del tercer concierto, Nick cogió su guitarra y se largó del escenario. Llamó a Joe Boyd y le dijo que nunca más tocaría en público. Lógicamente, a Joe que lo dejaran tirado con un contrato firmado no le hizo ni pizca de gracia. Pero no se lo tuvo en cuenta. Sabía que estaba delante de un genio. Todos lo sabían, desde los músicos, hasta los encargados de trabajar en el estudio. Todos adoraban a Nick.
Cuenta Joe Boyd que la encantadora Françoise Hardy llamó a la compañía diciendo que era fan de Nick Drake. Ni corto ni perezoso, Joe tomó un avión rumbo a París junto a Nick Drake. La idea sonaba maravillosa. Pero desgraciadamente para todos nosotros aquello no funcionó: “ascendimos por las antiguas escaleras de su ático en la Île de St. Louis para tomar el té. Apenas pronunció palabra en todo el rato”. La chanteuse se encontró delante de un tipo sentado en un sillón que era demasiado raro.
“Nothern Sky” es una de las dos canciones que John Cale, en medio de una excitación que sorprendió a todos, grabó junto a Nick Drake para su segundo disco Bryter Layter de 1970. El sonido que consiguieron sigue siendo soprendentemente limpio y luminoso. Como la luz que Nick veía ascender durante horas enteras incendiando de colores la hierba y el árbol frutal que se enmarcaba justo enfrente de su habitación en la casa de campo familiar en Warwickshire.
Su madre, de una belleza deslumbrante, le había acostumbrado a oírla cantar desde niño. De hecho, como reveló su hermana, gran parte del misterio de Nick se halla en las canciones que oyera cantar a su madre, Molly Drake.
Pero a Nick no le gustaba tanta intromisión en el reducido círculo de su voz y su guitarra. El tercer y último álbum de Nick en 1972 -tal vez el más famoso suyo, incluso en una pequeñísima escala popular a raíz de que una famosa marca de coches eligiera “Pink Moon” para un precioso spot publicitario-, Pink Moon, volvía a mostrar un sonido extremadamente desnudo y capilar. Voz, guitarra y piano. En este disco se encuentra la canción preferida de Boyd, la que no pudo grabar con Nick porque éste no quiso incluirla en Bryter Layter. Se llama “Things Behind The Sun” y es una de sus más estremecedoras composiciones.
Los tres discos de Nick Drake son una de las más altas cimas de la música firmada en los años sesenta. Su proyección no está a la altura de un Dylan o un Cohen, pero la belleza que esconde su compacta y corta carrera está dotada de un encanto que lo sitúa por encima incluso de ellos.
Su música es difícil de tocar, lo que explica que no haya sido tan versioneada como la de los anteriores. Sus canciones no son fáciles de asimilar. Pero cuando se entra en ellas, ya no puedes dejar de escucharlas, ya te van a acompañar el resto de tus días. Nadie debería dejar de enfrentarse a esta experiencia.
“Time Has Told Me” es la primera canción de la primera cara del primer disco producido por Joe Boyd de Nick Drake, Five Leaves Left, en 1970. Con ella comenzaba una andadura de tres años. Tres discos. Un universo en miniatura. Uno de los pocos tesoros, el de Drake, que yo no dudaría en fundir con la música de las esferas celestes.
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