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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Los Brincos, mejor

Los Brincos, mejor
Álvaro Alonso el

Larry Page en el estudio grabando con Los Brincos

Hablar de Los Brincos es hablar del grupo español de los sesenta con mayor número de canciones originales de alta calidad. No hay más que ir a las recopilaciones completas en dos volúmenes de José Ramón Pardo para comprobarlo. No deja de sorprender que un grupo como Los Brincos no haya contado con una biografía hasta el año 2007 en que César Campoy publica Érase una vez Los Brincos y Juan y Junior. César se favorece en su indispensable ensayo de los testimonios de Juan Pardo, Miguel Morales y, sobre todo, Manolo González, que estuvo en la formación de principio a fin. Desgraciadamente, la idea surgió demasiado tarde, puesto que Fernando Arbex, la pieza clave del puzle, nos había dejado unos años antes.

Suele diferenciarse dos etapas en la carrera de Los Brincos, aunque probablemente haya lugar para hablar de al menos cuatro etapas. La primera, cuando tras el empeño de Luis Sartorius y la formación del grupo a partir de miembros de Los Estudiantes y los Pekenikes para Novola, subsidiaria de Zafiro, entran a grabar en noviembre de 1964 el “ellpee” -que diría Andrew Loog Oldham, productor de los Stones- Brincos. El sonido es crudo y directo, muy similar al que provenía de las islas. Con “Flamenco” obtienen un gran éxito mezclando rock con toques de rumba y cantando en castellano, si bien la mayor parte de las canciones de este primer larga duración fueron grabadas en inglés consiguiendo un sonido mersey beat escandalosamente bueno que aún hoy sorprende. Como adelanto Zafiro / Novola iba lanzando al mercado piezas deliciosas en formato EP de cuatro canciones, como el que contiene “Dance the pulga”, las beatlémanas “Im not bad” (hay genial versión en castellano: “Yo no soy malo”), “I can´t make it” y “Shag it”.

Pese al éxito de “Flamenco” Los Brincos no siguieron experimentando por ahí, sino que lo que hicieron inmediatamente fue combinar, como hacían The Rolling Stones, The Troggs y The Beatles, las canciones más fieras, incluso gamberras, con dulces baladas de mechero encendido. Así para su genial segundo disco, Brincos II (1966) deciden viajar a Milán en busca de los mejores estudios de grabación. Ahora la mayor parte de las doce canciones son en castellano. El disco se abre con “Mejor”, la más lograda canción mersey beat salida de un grupo español en los sesenta. En el disco había otras canciones geniales, como “Sola”, “Tú me dijiste adiós” o la digna de haber entrado en los Nuggets “I try to find” (de esta última hay irresistible versión en italiano: “103 Meglio di te”). Antes de que Juan y Junior volaran por su cuenta les daría tiempo a grabar todos juntos una de sus más célebres baladas, la inolvidable “Con un sorbito de Champagne”.

Da comienzo la tercera etapa “Brincos”, con la salida del grupo de Juan y Junior y la incorporación de dos miembros de Los Shakers, Jesús Martínez y Ricky Morales. Fernando Arbex, lejos de intimidarse por la ruptura de los miembros originales, consigue en Contrabando (1968) algunas de las más interesantes grabaciones de toda su carrera. En parte gracias al trabajo de Larry Page en los estudios Olympic, y en los de la Pye en Marble Arch. No queda claro si también grabaron en Abbey Road con Page. Aunque para la grabación de temas como “El pasaporte” fue definitiva -según testimonio de Manolo González, bajista fundador del grupo- la aportación del ingeniero de sonido Geoff Emerick. “El Pasaporte”, una de las más enérgicas canciones de Los Brincos, fue grabada en los estudios de Abbey Road con Emerick, responsable en 1966 de los complejos entramados que se esconden detrás de “Tomorrow Never Knows” de The Beatles. 

El disco se abre con “Lola”, una preciosa balada que hace de puente con la del sorbito de champagne dando continuidad a la carrera del grupo. Si la obsesión había sido hasta ahora The Beatles, Los Brincos van cambiando de pareja de baile y se lanzan a emular a otras bestias colosales como fueron los primeros The Who. Es muy citada la anécdota de la demanda que Pete Townshend interpuso al grupo por plagiar “Substitude” en la espléndida canción de los Brincos “The Train“. “The Train” es una joya, que anticipa “Suite: Judy Blue Eyes” de Crosby, Still & Nash (1969). El sonido “costa oeste” es palpable también de una manera cronológicamente sorprendente en el fantástico single “Érase una vez” / “Amiga mía” con producción de Larry Page, figura importantísima en la música pop, ya que a él debemos el sonido de “You really got me” de The Kinks y “Wild Thing” de The Troggs, dos clasicazos de aquella revolución mid-sixties de los chicos de las escuelas de arte que revolucionaron la cultura del pasado siglo.

Pero había más en este fenomenal disco, como “Nadie te quiere ya”, canción tristísima redescubierta con gran acierto por Las Grecas años después en Casta Viva (1977), el que sería el disco póstumo de las hermanas Muñoz. Ambas versiones, la original y la de las Grecas, son excelentes. El grupo comienza a experimentar, por ejemplo en el instrumental “Contrabando”, hacia lo que iba a ser su último gran disco, Mundo, Demonio y Carne (1970) -título que recuerda al ensayo de Mario Praz, La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica- y que sería ya la cuarta y última etapa del grupo y en la que emprenden una nueva ruta mediante un experimento sonoro conceptual que no fue comprendido debidamente en su momento.

Recordaba Antonio Morales, “Junior”, aquí mismo en ABC en 2001, lo que fue su paso por el grupo: “A mí me tocó ser el George Harrison de Los Brincos, porque además de cantar tocaba la guitarra de punteo. En broma, siempre decíamos: «Si hubiéramos nacido en Inglaterra, seríamos la repera». Pero nosotros tuvimos la desgracia de perder muy tempranamente a Luis Sartorius, que era nuestro Brian Epstein y murió cuando estábamos grabando nuestro primer disco, sin poder ver los frutos de su proyecto”. Frutos que fueron a la postre de lo mejor que ha dado el pop español en su historia.

 

 

 

 

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