Ben Kweller es como un perro de aguas lanudo. Un compañero inseparable. Fue descubierto por Evan Dando, de los Lemonheads, a partir de su primer EP en 2002. Se lo llevó de gira y, tras él, hizo lo mismo Jeff Tweedy de Wilco y Juliana Hatfield. El niño prodigio del rock americano. Con veinte años sacaba su primer disco, Sha Sha, en 2002. Ya lleva cinco, el último Go Fly A Kite de 2012. A Kweller tal vez le ha faltado una banda, un choque de talentos. Exceso de individualismo o tal vez una apuesta menos arriesgada, ya que tuvo los hijos muy pronto. Algo ha hecho que sus discos, siendo brillantes, no sean de los de llevarse a una isla desierta. Aunque algunas canciones de Kweller te hacen sospechar que ahí hay algo que no tiene el resto. Algo especial. No es Elton John. Tampoco Supertramp cuando les daba por hacer canciones memorables. No lo es, pero lo parece. Alguien capaz de componer ese obús directo al corazón que es “In Other Words” merece que te sigas preguntando, ¿cuándo llegará el gran disco de Ben Kweller? Total, empezó muy pronto, tiene ahora treinta y dos. Sí, el de San Francisco afincado en Texas ya ha tocado en el Fillmore. Y recorrido el planeta con su guitarra. Yo confío en Ben Kweller, el chico que lo hace todo parecer sencillo. Hasta lavarse los dientes cada mañana. Y qué difícil es en realidad hacer algo nuevo en esto del pop. Y ser al mismo tiempo padre de familia. Aunque, en el fondo, creo que Ben se lo toma con calma. No le va la vida en ello. Sabia decisión.
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