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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Harriet Wheeler anuncia el final de la historia

Harriet Wheeler anuncia el final de la historia
Álvaro Alonso el

El paso de la mujer del papel secundario al papel principal ha sido producto de una lenta lucha en ámbitos que abarcan la ciencia, el mundo laboral, la actividad política y la creación artística. En música es cierto que en los días gloriosos del jazz aparecieron una serie de figuras extraordinarias, como Billie Holliday, Nina Simone o Ella Fitzgerald. Sin embargo, su papel se limitaba a la interpretación de un repertorio ajeno. En el universo del blues, Bessie Smith brilla con luz propia, como una de las pioneras.

Pero la revolución femenina va a producirse en el mundo del rock a partir de los años sesenta, cuando la mujer no sólo interpreta, sino que compone, produce y controla todo el proceso de creación de un álbum. Las primeras en demostrar que esto era posible, fueron Joni Mitchell, Carole King y Laura Nyro. A partir de entonces, cada vez va a ser más frecuente encontrar interpretes excepcionales desde los diferentes estilos, como Janis Joplin en el rock, Aretha Franklin en el soul, La Lupe y Celia Cruz en el son, la salsa y el boogalú, Astrud Gilberto y María Bethania en la bossa-nova, cantantes de folk urbano como Joan Baez, intérpretes únicas del bolero como Chavela Vargas, reinas del country como Emmylou Harris, transgresoras del rock como Patti Smith, estrellas del punk como Chrissie Hynde y Lidia Lunch, del post-punk como Siouxie, o de la nueva ola como Deborah Harry.

  El fenómeno de la mujer en el rock es una historia que transcurre en el underground, sin aspavientos ni grandes ventas de discos, paralela a esa otra historia más visible, la de la utilización de la mujer como objeto fácil de vender según las exigencias del mercado de la música pop, en cuyos lindes se ha desenvuelto siempre Madonna con inteligencia, pero en un frágil equilibrio. El mercadeo de la carne ha seguido en la superficie  de las listas potenciado por la industria del R & B.

  Sin embargo, se intensifica en los años ochenta una lucha por la independencia en un mundo de hombres, que va a recoger en algunos casos la militancia feminista, con Rickie Lee Jones como una de las pioneras, desde Pirates (1981), los trabajos de Natalie Merchant junto a su grupo 10.000 Maniacs, en The Wishing Chair (1985) o In My Tribe (1987), Michelle Shocked en Captain Swing (1989), el fantástico trabajo de Indigo Girls –dúo formado por A. Ray y E. Sailers-, Indigo Girls (1989) o el impresionante debut de una jovencísima Edie Brickell & New Bohemians: Shooting Rubberbands at the Stars (1988) antes de unirse sentimentalmente con Paul Simon.

   En otros casos supone la reincorporación en el rock de raíces, como el debut de Maria McKee al frente de Lone Justice, Lone Justice (1985) y en solitario, Maria McKee (1987), o el extraño caso de una compositora de rock de gran talento que sólo grabó un álbum, llamada Mary Karlzen, Yelling at Mary (1995). La peculiaridad vocal y estilística de Everything But The Girl –duo formado por Tracey Thorn y Ben Watt-, desde sus primeros singles para Blanco y Negro Native Land (1984) y When All´s Well (1985),la sensibilidad hacia lo cotidiano de Suzanne Vega en Solitude Standing (1986), el debut de la bizarra islandesa Bjork con los Sugarcubes, Life´s too Good (1988), los ejercicios de estilo de Margo Timmins y sus hermanos en la banda canadiense Cowboy Junkies desde por lo menos The Caution Horses (1990) hasta Lay it down (1996). Hasta que por fin llega el día en que las chicas copan las portadas de las revistas musicales: PJ Harvey, Tori Amos, Portishead. Un nuevo mundo.

    Cabe decir que la categoría alcanzada como resultado de este nuevo fenómeno llega, en ocasiones, a las más altas cotas, como el álbum de una de las mejores voces de todos los tiempos, la de Jennifer Warnes, y su revisión del repertorio de Leonard Cohen, Famous Blue Raincoat (1987), el agridulce sonido del rock hermético y levemente distorsionado de Lisa Germano, en su inolvidable Geek The Girl (1994), o el descaro a medio camino entre el rock callejero, el punk y el compromiso político y feminista de Ani DiFranco en Out of Range (1994). La incorporación de la mujer al rock es por fin asimilada en el nuevo milenio con naturalidad y en pie de igualdad, gracias a todas las que abrieron camino en las décadas anteriores.

   En la música negra, la mujer ha ido consiguiendo a duras penas la independencia y el control sobre su vida artística, con grandes pioneras como Tina Turner, Roberta Flack, Dionne Warwick o Randy Crawford, y cuyo camino han seguido otras excelentes compositoras y cantantes como Jocelyn Brown, Somebody Else´s Guy (1984), Sade, y su primer trabajo, Diamond Life (1984), la británica de ascendencia jamaicana Diana King, Tougher than Love (1996), la hija del visionario del jazz Don Cherry, Nene Cherry, con Man (1997), o una mujer de expléndida sensibilidad soul como Lisa Stanfield, Lisa Stanfield (1997).

   Tras la estela de Emmylou Harris, la música country, por su parte, ha mostrado la peculiaridad de ser un terreno en el que la mujer ha gozado de mayor independencia creativa, si bien es necesario diferenciar los productos sintéticos de la factoría de Nashville, de las compositoras en busca de lo auténtico. En esta última categoría, fueron surgiendo una serie de mujeres que recogían con sabiduría la herencia del blues, el blue-grass, el folk, el soul y el country, desde una actitud conscientemente rockista que las ha situado fuera de los circuitos comerciales conformándose como uno de los últimos tesoros ocultos de la industria del pop. Son compositoras de larga y prolífica trayectoria, entre las que destacan Nanci Griffith, Lucinda Williams y, más recientemente, Laura Cantrell y Gillian Welch.

  El fin de siglo vio cómo la mujer no sólo era capaz de decidir sobre su destino artístico, sino que tal circunstancia se ha convertido en uno de los fenómenos más interesantes y abiertos de la música popular, a partir de la producción de voces femeninas de diferentes partes del mundo.  Cesária Évora, Enya, Loreena McKennitt, Aster Aweke, Natacha Atlas, Amina, Brenda Fassié, Letta Mbulu, Rosa Passos, Julieta Venegas, Carla Bruni, Bjork, Noah, Tori Amos, son todas compositoras e intérpretes que habitan en el mismo planeta, cada una con un estilo y una tradición cultural diferente, pero su impresionante legado conjunto y la proyección que muestran hacia el futuro las convoca a participar en el simposio que se celebrará inevitablemente en este nuevo milenio.

Recordémoslas unidas en la voz evanescente de Harriet Wheeler insinuando:”You´re not the only one that I know”, mensaje extremadamente liberador e inquietante; y mejor seguimos con esa otra canción que es gloriosa, “Here´s Where The Story Ends”, un antes y un después, del fascinante primer disco de los Sundays para Rough Trade, Reading, Writing and Arithmetic (1990). El antídoto perfecto para quien se vea atrapado por la telaraña de la autobiografía de Morrissey.

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