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Sánchez y la vía de Iceta

Sánchez y la vía de Iceta
Marisa Gallero el

 

«Pedro, ¿tú sabes qué es una nación?», le preguntó Patxi López a Pedro Sánchez en el debate de investidura, adivinando de pleno cuál sería la clave central de su discurso, esa España, «nación de naciones». Para saber más cuáles son los designios que tiene en mente hay que leer «La Tercera Vía. Puentes para el acuerdo» (Catarata) de Miquel Iceta, que propone recorrer los caminos del federalismo como alternativa al choque de trenes del próximo 1 de octubre.

De hecho, la Declaración de Barcelona que se aprobó como la solución socialista para desbloquear la situación catalana es casi un calco de la tesis marcada por el líder del PSC en su libro, donde no se cansa de repetir que el «hecho de reconocer a Cataluña como nación ni rompe la unidad de España ni da a los catalanes derechos distintos a los del resto de los españoles. Un Estado puede contener varias naciones, y no pasa nada». ¿Sólo eso? ¿No se sentirán inmediatamente insatisfechos? ¿Sin independencia ni derecho de autodeterminación ni «derecho a decidir»? Parece algo tan sencillo, que continuas buscando la letra pequeña…

Sin dejar de lado las emociones, con una indignación que le cuesta disimular, Iceta recuerda datos tozudos, que Puigdemont y su corte se olvidan de contar. Así el Govern reconoció a los inversores internacionales que el 62,8% de la deuda de la Generalitat (46.731 millones de euros de un total de 66.143 millones) estará en manos del Estado hasta 2026. «Mientras a la ciudadanía catalana se le exhorta a la independencia exprés, a los inversores extranjeros se les explica que financieramente estaremos conectados y dependiendo de España… ¿Cabe mayor desfachatez? ¿A quiénes se pretende engañar? ¿A los catalanes? ¿A los inversores extranjeros? ¿A todos a la vez?».

Son para Iceta «demasiados años, demasiadas energías desperdiciadas, demasiadas divisiones, demasiadas incomprensiones, demasiados monólogos, demasiados silencios y demasiados ruidos…». A los que le añadiría, demasiados desmanes y provocaciones, demasiado tambalearse al filo de la ley. ¿Cuántos referéndum unilaterales? ¿Hasta que salga un sí raquítico dividiendo aún más la sociedad catalana? ¿Afrontamos una reforma constitucional sin consenso como una espada de Damocles para apaciguar a los independentistas?

Después de proclamarse candidato a la Generalitat al ritmo de All together now, Iceta es el guía de Sánchez para sacar a Cataluña del «laberinto» situado entre dos muros, el de la «ruptura unilateral que defiende el Gobierno de Puigdemont y el inmovilismo del Gobierno de España». Difícil tarea cuando unos miran de cara al próces, otros se escudan con razón en la ley, mientras que los socialistas buscan «conseguir que Cataluña se sienta tratada con justicia», que pasa por la reivindicación de su carácter nacional. Es lo que tiene sentirse singulares.

Y a esa singularidad, Iceta le pone precio. Desde la territorialización del sistema de gobierno del Poder Judicial, derogar la LOMCE, revisar el sistema de financiación autonómica, la política inversora, la cooperación del Estado con la ciudad de Barcelona, para entrar en el fondo de la cuestión, la reforma constitucional federal, cuyo objetivo es el «reconocimiento de las aspiraciones nacionales de Cataluña, más autogobierno y una mejor y más justa financiación».

Ese camino de nadie, llámesele tercera vía, puede dejar aún más en la irrevelancia política al PSC en Cataluña o demostrar que realmente hay mimbres para el «diálogo, la negociación y el pacto», porque «casi un 48% de catalanes, a falta de mejor opción, están optando por la independencia».

 

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