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Otegi sin perdón en el Parlament

Otegi sin perdón en el Parlament
Marisa Gallero el

 

Arnaldo Otegi sigue sin perdón. Sin mencionar siquiera esa palabra. No se va a arrepentir ni piensa hacerlo. Ya se lo contó a Jordi Évole. Sería también el único que no sabía cuándo iban a matar a Miguel Ángel Blanco. «No se pudo evitar». Y mejor estar «en la playa como un día normal».

Ayer fue la normalización del desprecio, por esa cuestión de piel, de corazón, de alma, de respeto que le debemos a las víctimas. Presentarse en el Parlament de Catalunya, como si todavía llevara el pin de la bandera de Sudáfrica, reivindicando la figura de Mandela, es una gran ofensa, porque Otegi no es un «preso político», mucho menos un «hombre de paz».

Y lo peor no es su paseo de la mano de la CUP, de Anna Gabriel y su «tribu», como si ya fuera el lehendakari, con la complicidad de la presidenta Carme Forcadell, y de los grupos parlamentarios que lo recibieron –Junts pel Sí (CDC y ERC) y de Catalunya Sí que es Pot–.

Mucho más ofensivo es su discurso. Si su intención es «cerrar el capítulo del pasado», ¿por qué no exige a ETA que se desarme y pida perdón si «ha cesado sus actividades armadas» –léase sus atentados–?

En vez de condenar los asesinatos, las extorsiones, los secuestros –ya explico que para la izquierda abertzale significaría una «bajada de pantalones»–, Otegi hizo un llamamiento, que es un reconocimiento tácito de la existencia de la banda terrorista: «Le pido a ETA que, si hace algo, lo haga antes o después de las elecciones, que no lo haga en el escenario electoral».

Que vea con «sana envidia» el proceso catalán y no la reivindicación de tantas muertes a sangre fría, podría haberlo pensado antes. Que su ideal sea que «Euskadi también viva un proceso similar… Formamos parte de esta agenda», me recuerdan las palabras de Jaime Mayor Oreja para ABC: «Otegi viene para liderar un proyecto de ruptura de España. De abrir un segundo proceso constituyente».

No será el primero ni el único acto político de Otegi. Ya lo ha dicho bien claro, que los tribunales no decidirán si es candidato o no a lehendakari:«Lo harán nuestros militantes». Mientras, en su campaña por Cataluña, no se le exigió pedir perdón y se paseó como un demócrata por el Parlament. Todo muy cínico.

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