En 1983, antes de tomar posesión como cónsul de Lisboa, Marcelino Oreja, exministro de Asuntos Exteriores de Adolfo Suárez, se encontraba en Estrasburgo formando parte de la delegación de parlamentarios, cuando recibió un mensaje del entonces presidente del Gobierno en la estación de tren. Felipe González quería que no se fuera a Lisboa: «Queda una vacante para la secretaría general del Consejo de Europa. Si aceptas, el Gobierno te propondrá como candidato y el PSOE te apoyará».
Y así lo hicieron. Gregorio Peces-Barba se encargó de la intendencia y le puso a Oreja un despacho y alguien que le acompañara durante la campaña electoral, para visitar todos los países del Consejo. Esa persona era Iñigo Méndez de Vigo, un joven letrado de las Cortes. «Un hombre muy trabajador, muy concienzudo y riguroso. Con su ayuda fui elegido en primera vuelta por mayoría absoluta», recordaba el eurodiputado, que ha estado presente en el Foro ABC de su pupilo.
Este fragmento de conversación de Oreja pone en valor a quién ahora ejerce con firmeza como portavoz del Ejecutivo, además de ministro de Educación, Cultura y Deportes. «No cuenten conmigo para hacer fuegos artificiales». Como si no le hubieran convocado una huelga general de Educación este próximo jueves, Méndez de Vigo piensa que en la «calle se respira de nuevo el espíritu del consenso», tras los incendios provocados por su antecesor, que también consiguió un amplio consenso, en poner a todos en contra de la Ley Wert. «La Educación en España ha sido un campo de confrontación. Estoy determinado a sacar un pacto social educativo, que aporte seguridad y estabilidad».
Su apuesta es por «una legislatura del diálogo», invocando los siete pactos de Estado propuestos por Mariano Rajoy, convirtiéndose en su vocero mientras cita a Machado: «Ven conmigo a buscar la verdad. La tuya guárdatela». La tarea es ardua. Tanto el mundo de la cultura como el educativo sienten que el PP los ha dejado tirados. Ante sí, un camino largo que recorrer para un hombre sin artificios.
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