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En el despacho de Rubalcaba

En el despacho de Rubalcaba
Marisa Gallero el

 

«Oí rumores de que había una operación… Desde el despacho de Rubalcaba, luego de Camacho, con unos policías amigos… Habían montado una operación contra el Partido Popular y que en ese asunto estaba involucrado el señor Correa por su relación con el yerno del señor Aznar». Es una de las primeras afirmaciones de Pablo Crespo, mano derecha de Francisco Correa y administrador de sus empresas, en el juicio del caso Gürtel, en el que le piden 85 años de prisión.

Crespo también fue secretario de organización del Partido Popular de Galicia de 1994 al 2000. Era el que no tenía «química» con Mariano Rajoy y por eso cortaron los tentáculos a la red a nivel nacional cuando llegó a la presidencia del partido.

Está en la misma línea de las declaraciones de Federico Trillo en septiembre de 2011 cuando era coordinador de Libertades Públicas del PP y exigía «responsabilidades públicas» al fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, al juez Baltasar Garzón, así como a Rubalcaba. «Utilizó durante su mandato como ministro del Interior a la Fiscalía en contra del PP y de personas inocentes… Ha sido un montaje político».

Rubalcaba no se ha podido contener y ha contestado «al lugarteniente de Correa» desde Facebook. Achacando sus palabras a la «vieja teoría de la conspiración» acuñada en la sede de Génova, «de que la Gürtel no era una trama del PP, sino contra el PP». Terminando con un pasaje de un cuento de Borges: «Arguye que el rencor de un hombre tan minuciosamente vil importa un elogio».

Si es una de las mayores redes de corrupción es lo que se dilucidará en la Audiencia Nacional durante los próximos meses. Después de casi ocho años de instrucción, la expectación ante el interrogatorio de Anticorrupción del que muchos llaman «el cerebro de la Gürtel» eran altas.

Durante cinco horas, la fiscal Concepción Sabadell preguntó por la «Caja B» de Correa en Serrano 40, por un pen drive y un bloc de notas incautado en un «piso franco», por las sociedades que sirvieron para ocultar fondos que gestionaba Ramón Blanco, y los pagos de «mordidas» a Jesús Sepúlveda, Guillermo Ortega, Ricardo Galeote y José Luis Peñas.

Aunque centró su artillería en una factura de un préstamo en forma de anticipo a la limpiadora ecuatoriana de Correa. Casi 30 minutos preguntando por la dichosa factura, y menos de 30 segundos por Arturo Fasana, contable de la red en Ginebra y de grandes fortunas españolas, que ocultaban fondos en Suiza.

¿Por qué no demostró el mismo ahínco con el 3%? Ni indagó cuáles eran las obras por las que se recibieron comisiones ni quiénes eran los empresarios ni los políticos que permitieron el cohecho. Ningún detalle.

El surrealismo llegó con otra factura. Unos 8.000 euros de una moqueta para la celebración de un Congreso. Otros veinte minutos. Más que tirar de la manta, parecía que arrastraba la moqueta de Estepona.

Con tanto trasiego de albaranes, el silencio se acentúo cuando Crespo apuntó: «Esas facturas están con el conforme de la Administración, que era la que te obligaba a dividirlas en tres partes, aunque usted no me lo pregunté».

 

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