Ni fecha de investidura ni nada de las condiciones impuestas por Albert Rivera, ni siquiera si Mariano Rajoy se va a presentar. Así estamos en pleno mes de agosto, a unos días de cumplirse 300 días sin Gobierno, con un presidente en funciones jugando con las frases como si fuera un trilero en la feria de un pueblo. «Podemos aceptar muchas cosas. O no».
A Rajoy le duelen las palabras, «la segunda y ya tal», negándose a pronunciarse más allá de las formas. «Nadie ha dicho una palabra sobre las condiciones de Ciudadanos en el Comité Ejecutivo Federal». Sólo buscaba el respaldo absoluto de los suyos, un as en la manga que le autorice a negociar y exigir pasos a diestra y siniestra.
Olvidándose de que una semana antes dijo que le «había explicado al señor Rivera que debo someter el documento a la aprobación del Comité Ejecutivo de mi partido», para preguntarse ahora: «¿Quién ha dicho eso?». Con esa altanería de manejar los tiempos a su manera.
Su lema, parafraseando la «Apología» de Platón, sería «sólo sé que no sé nada», ninguneando a Ciudadanos, cuyo apoyo es vital, y trasladando la presión al PSOE por no moverse, copiándole su estrategia. «La urgencia hoy, la única urgencia, es formar un Gobierno y que, por tanto, no se repitan elecciones». Lo dice y suena aún más el clamor de unas terceras.
Las primeras palabras de Pedro Sánchez tras sus vacaciones, reiterando su «no», es calificar la actitud de Rajoy como «una tomadura de pelo a todos los españoles». Haciendo suya, porque siempre lo fueron, las declaraciones de Miquel Iceta de que la alternativa es otro candidato. «No es cierto que si Mariano Rajoy no es presidente estemos abocados a nuevas elecciones».
El ilusionismo de Rajoy puede durar hasta que pasen las elecciones vascas y gallegas, por mucha urgencia que diga. Dejando con «estupor y temblores» a Albert Rivera, que estará pensando cuál debe ser su próximo movimiento, ya que Rajoy le ha escondido la bolita como un vulgar prestidigitador. La incógnita se resolverá mañana tras su encuentro en el Congreso de los diputados.
Y mientras tanto, ¿dónde está Pablo Iglesias?
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