Cuando era pequeña, en el colegio Nuestra Señora del Perpetuo Socorro había una monja que formaba parte de mis pesadillas y de cualquier criatura con menos de diez años. Sor Rosa Angélica disfrutaba siendo el terror de aquella institución. A mí me estampó la cabeza dos veces contra la pizarra por no saber resolver una ecuación. Y salivaba cuando veía que una compañera que lo suspendía casi todo venía con dos trenzas a clase. No se me olvida como la zarandeaba. Todavía no había escrito Roal Dahl su enternecedora Matilda, pero bien podría haber sido la inspiración de su cruel señorita Trunchbull. Se había proclamado la «máxima autoridad» y reinaba por encima de la madre superiora.
Durante la hora del recreo tenía escuadrones formados en parejas para controlar que nadie mascara chicle así podía imponer severos castigos. Debía de ser un pecado supino. Ese control exhaustivo de las mandíbulas como forma de ejercer el poder en un terreno donde debía de reinar los juegos me ha venido a la cabeza con tanto máster para arriba y para abajo. La educación que recibimos y la que se compra para alardear. Dime de que presumes. Comentó la insoportable levedad de ser con alguien que no tiene problema en confesar que saco su carrera mientras trabajaba dando muestras de gazpacho en centros comerciales. La honestidad ante todo.
Hemos dejado de analizar la corrupción de me lo trinco para escudriñar el currículum de los políticos como medida de presión y escándalo. No digo que no lo haya. Cifuentes está en capilla después de más de dos semanas de mentiras y falsificaciones. Su TFM es como el arca perdida. No me explico que tanto servidor público no recuerde lo crucial que son los primeros pasos en una crisis. Marcan su resolución o su dimisión. Que se lo pregunten sino a Soria.
Ahora le toca el turno a Pablo Casado. El País se ha querido marcar un diario.es con menos fortuna. No son tan exquisitos con otro político que le escribe tribunas. Iñigo Errejón no pagó sino que recibió una beca de 1.825 euros brutos al mes entre marzo y diciembre de 2014 para investigar la situación de la vivienda en Andalucía sin cruzar Despeñaperros. Casualmente quién le había concedido el permiso «verbal» sin formalizar por la universidad fue el actual diputado podemita Alberto Montero. No es el más indicado para darle clases a Cifuentes. Pero claro estamos una vez más ante la superioridad moral de la izquierda. La doble vara de medir se hace cada vez mayor.
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