«Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario», escribía Augusto Monterroso. La Fe se propagó y se movían montañas como si fueran granos de arena, hasta que «la buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio». De momento Cataluña sigue ahí, aunque para el relato independentista se ha desgajado del resto de España con el único argumento de la represión. El referéndum ilegal era la excusa. ¿Cuándo se ha visto algo tan poco democrático como la farsa del 1-O? Buscan legitimidad en las calles inflamadas por el error de cálculo del Gobierno.
Llegamos al 3 de octubre con los destellos tras la tormenta sin vislumbrar la próxima. La frialdad de los despachos de Mariano Rajoy con Pedro Sánchez y Albert Rivera, juntos, pero no revueltos, sin ninguna empatía, contrasta con el nervio y el manejo de la rebelión en una retransmisión continua, que empieza a señalar a los que piensan diferente. El escrache como mensaje. Tanto a partidos políticos, como a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Mientras Carles Puigdemont gana tiempo convocando una huelga general subvencionada en Cataluña para incrementar el músculo de cara a los medios internacionales. Su otro campo de batalla. Necesita justificar lo injustificable. El paso a su República catalana.
Atónitos contemplamos la parálisis del Congreso en la mayor crisis de la democracia, donde ya si eso debatimos la próxima semana. Y el estudiado juego dialéctico de cada partido, salvando sus muebles, pero no al país. Rajoy a vueltas con Bartleby y su «preferiría no hacerlo», porque «van a pasar cosas». Rivera exigiendo el 155 y elecciones autonómicas. Sánchez enviando comunicados y reprobando a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría por las cargas policiales. Iglesias con su asamblea. Han copiado la estrategia al Parlament, cerrado a cal y canto, a la espera de la proclamación de los resultados irreales de la consulta, o más bien del tupperazo, planeando la sesión durante el fin de semana, para arengar más a las masas.
Si todos tuviéramos un ligerísimo atisbo de Fe, no confiaríamos en la suerte, y que esta tensión callejera acumulada no se convierta en catástrofe. Miramos a Cataluña desde la inacción, esperando anestesiados la anunciada Declaración Unilateral de Independencia. Tengo la extraña sensación de estar en un micro cuento de Monterroso. «Cuando despertó, el dinosaurio estaba allí».
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