Cada 7 años, se repinta la torre para protegerla de la oxidación debida a las inclemencias del tiempo. Al inicio, pintar la torre, un requisito exigido por Eiffel, suponía un trabajo de riesgo.
300 metros de altura, 300 millones de visitas y 3 colores diferentes en su historia. Estos son algunos datos sobre la Torre Eiffel que festeja este simbólico número de visitantes, aunque los franceses venden bien cualquier efeméride.
De visita en París, en plena semana de la moda, es fácil recordar la importancia que esta torre de hierro tiene en la ciudad del Sena. El que fue el más alto edificio del planeta durante más de 40 años, hasta la construcción en 1930 del Edificio Chrysler de Nueva York, ha quedado como símbolo de una ciudad, e incluso de una civilización.
Construida por Alexandre Gustave Eiffel para la Expo Universal de París de 1889, la torre fue primero roja, luego dorada y ahora, finalmente, color hierro ligeramente oxidado.
La antena que se le añadió más tarde, prolongó su altura hasta los 324 metros.
La torre tardó en construirse dos años y dos meses, y en la época, se veía como un monumento mostruoso en una ciudad elegante. Lo que es la vida.
Actualmente sirve de emisora para programas televisivos y radiofónicos, además de seguir siendo uno de los lugares más fotografiados del mundo.
Aunque Eiffel diseñó la torre para que pudiera soportar un rango de oscilación de 70 centímetros, las mayores oscilaciones registradas fueron de 18 y 13 centímetros durante una ola de calor en 1976 y una tormenta en 1999 con vientos de 240 kilómetros de hora, que ya son vientos. Sus oscilaciones habituales son de 9 centímetros.
El segundo nivel, situado a 115 metros de altura, tiene una superficie de 1650 metros cuadrados y puede alojar simultaneamente casi el mismo número de personas, alrededor de 1600.
El mantenimiento de la torre consiste en la aplicación de 60 toneladas de pintura cada siete años, un “maquillaje” lógico para mantener presentable a la parisina más famosa.