La tentación de eternidad es tan peligrosa como la ligereza a la hora de tomar decisiones perdurables. Las cofradías antiguas han cambiado de día tanto como de túnicas o de pasos con la naturalidad de haber tenido que pasar por muchas mudanzas de régimen y sobrevivieron conservando casi siempre la esencia. La retórica rancia del pregón y la del boletín, que es casi peor, imagina a la cofradía instalada siempre en cierta tarde de la Semana Santa casi desde la primera vez que unos cristianos quisieron recordar la Pasión, Muerte y Resurrección y los más exaltados hasta pensarán que una cofradía ha renegado de su fe si accede a mudar un camino por otro.
Todo eso es tan cierto como que el día en que una cofradía se pone en la calle acaba definiendo una parte de su identidad, sobre todo en los momentos en que la liturgia celebra algo que de alguna forma debe notarse en la calle, aunque sea un paisaje. La Semana Santa tiene que ser menos un puzle en que encajar piezas que una secuencia en la que cada uno debe encontrar el lugar en que más se reconozca y mejor se encuentren los suyos. La explicación de la hermandad de la Presentación al Pueblo para rechazar el Jueves Santo quizá se ha escuchado por primera vez, pero no es bueno desdeñarla y tiene que ver con lo que nace en el corazón de una comunidad parroquial, no llega a ella después de tocar en varias puertas, y no se entiende si no es celebrando con ella lo que se está proclamando en las calles. Ya no es la cofradía que nace en los conventos tridentinos, ni en la tierra fértil de la posguerra, ni la de los 70 y 80 que después de soñarse busca lugar y no lo encuentra, sino la de una Iglesia en resistencia que hace frente a las fuerzas exógenas o endógenas que la vacían.
La diferencia entre la túnica nazarena y el día en que se sale es que la primera la escogen los hermanos después de una propuesta y la segunda parece que se entiende como una asignación de plazas libres en que a veces se escucha y a veces se adjudica. La Semana Santa de Córdoba, es cierto, está volcada al este de la ciudad y por allí van y vienen la mayoría, incluida la de Cañero, y será cierto que es menos difícil el Jueves Santo que el Miércoles y seguramente que el Martes, pero lo es en la presente organización y el actual dibujo de carrera oficial, que quién sabe cómo responderá con un poco más de tensión y de nuevas cofradías pidiendo sitio. No debe ser cuestión de competencias y atribuciones, sino de mirar al horizonte.
Un dato: en el último cuarto de siglo las cofradías han hecho cinco carreras oficiales distintas, más los dos recortes del final en la de ahora, y sólo una ha cambiado de día.