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¿Tiene futuro la OTAN?

¿Tiene futuro la OTAN?
Jorge Cachinero el

NB: Este artículo fue publicado anteriormente en El Economista.

El Economista, 2 de septiembre de 2024, p. 26.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se dedicó, desde su fundación en 1949, a contener a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hasta la desaparición de lo soviético el día de Navidad de 1991.

La Alianza Atlántica comenzó a mutar entonces, impidió a los rusos que se incorporaran a la organización e inició su expansión hacia el este.

La carta del presidente ruso Yeltsin en la que solicitó su ingreso en la OTAN se guarda en la caja fuerte de los cuarteles generales de la OTAN en Bruselas y nunca fue respondida.

Yeltsin (i), Clinton (d).

La Alianza que había mantenido a los soviéticos fuera durante décadas, sin embargo, se negó a aceptar a los rusos dentro cuando aquel objetivo fue alcanzado.

Alemania ha perseverado como uno de los socios de la OTAN que menos ha gastado en defensa y ha aceptado continuar sometida a Estados Unidos (EE. UU.) como el resto de los europeos, que son dependientes de que Washington provea de seguridad al continente.

Los estadounidenses siguen dentro de Europa, como lo han estado desde los años 50 del siglo pasado.

EE. UU. ha mostrado una incapacidad de adaptación al nuevo mundo multipolar, ya que no ha sabido aprovechar esta oportunidad para rediseñar su modelo de política exterior y sigue, en cambio, obsesionado con la expansión de la OTAN hacia el este.

La reacción de Rusia ha variado y no ha sido uniforme a lo largo de los años ante esta fijación estadounidense por inmiscuirse en su esfera de influencia y por llevar hasta su frontera occidental los límites de la Alianza Atlántica, sin consideración por lo crítica que esta linde ha sido para Moscú a lo largo de su historia.

Rusia no reaccionó a la incorporación de Polonia, de Hungría y de la República Checa a la OTAN a comienzos de los años 90 del siglo pasado.

Esos países de Europa Central quedaban lejos de las fronteras rusas y Rusia era entonces un fantasma de lo que la URSS había sido económicamente en el pasado.

La reacción de Rusia ante el avance de la OTAN cambió a partir de 2008.

La cercanía de la OTAN a la frontera occidental rusa era una amenaza existencial inasumible para Rusia y Moscú había empezado a recomponerse económica, social y políticamente gracias a la expansión internacional de sus negocios del gas y del petróleo.

Rusia mantiene intereses estratégicos críticos en las regiones orientales de Ucrania y en Georgia, mientras que eran inexistentes en Hungría, en Polonia y en la República Checa.

Rusia tenía 18 silos de armas nucleares en el este de Ucrania antes de la independencia de ésta y la región albergaba una parte sustancial del complejo militar industrial de la extinta URSS.

Los oleoductos rusos que provienen del Mar Caspio, a través de Bakú, en Azerbaiyán, recorren el subsuelo de Georgia y de Ucrania.

Por último, los puertos de Crimea han sido esenciales para que Rusia haya disfrutado de acceso libre y permanente a aguas cálidas, es decir, a los mares Negro y Mediterráneo, a lo largo de todo el año, de acuerdo con otra de las necesidades estratégicas de Moscú durante siglos.

Sin embargo, el punto de inflexión definitivo en la percepción de Rusia sobre la OTAN tras la desaparición de la URSS se produjo con la intervención bélica de la Alianza en el conflicto que tenía lugar dentro de la provincia serbia de Kosovo en 1999 y no, antes.

Soldados de EE. UU., Gjilan, Kosovo, Serbia, 1999.

Aquella guerra de la OTAN contra la nueva República Federal de Yugoslavia -compuesta por Serbia y Montenegro entre 1992 y 2002 y continuada por el Estado de la Unión entre Serbia y Montenegro hasta 2005- con la excusa de Kosovo transformó la Alianza Atlántica.

La alianza militar se convirtió además en una asociación ideológica, se involucró en la política interna de un país soberano por primera vez y, con ello, dinamitó el llamado orden liberal internacional.

Rusia cree que la OTAN cambió su naturaleza y su carácter originales en Kosovo, lo que ha venido demostrando en otras jurisdicciones como Libia o Afganistán en los últimos veinticinco años.

La Alianza Atlántica dejó claro al mundo que no estaba dispuesta a desaparecer fácilmente, como suele ocurrir con cualquier organización humana, burocrática, a fin de cuentas, y abrazó el principio de crecer o morir como forma de asegurar su supervivencia.

La OTAN pretende seguir este rumbo que se ha marcado para los años próximos, a pesar de que seguirá bajo la presión de un mundo en cambio, que podría traer una salida de Turquía de la Alianza, lo que la dejaría sin su Ejército de Tierra más numeroso y mejor preparado y con su flanco sur al descubierto.

Asimismo, si la OTAN marca a China como objetivo central de la organización, cometerá una equivocación estúpida y monumental, a la vez.

No obstante, la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2024 puede tener un efecto disruptivo para esa visión continuista que existe dentro de la OTAN.

Trump.

El equipo futuro de defensa y de política exterior de Trump 2.0 está manejando varias opciones sobre la OTAN.

Los escenarios evaluados son la negación del paraguas de la Alianza a los países europeos que no gasten un mínimo de 2% de su presupuesto en defensa, la reducción significativa de las tropas y de las bases estadounidenses estacionadas en Europa, el desenganche de EE. UU. de Europa para virar por completo a Asia o el desmantelamiento de la organización.

 

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